Quien es El Chinchilico
El Chinchilico, guardián de las minas ¿solo un mito?
El 70% de toda la extensión geográfica de la región Moquegua está concesionada para la actividad minera, según un informe del Ministerio de Energía y Minas (MEM) del año 2013. De ahí que la ciudad resulte atractiva para las empresas privadas. Sin embargo, en este próspero departamento una leyenda mantiene en alerta a todos los que buscan en sus entrañas canales de oro y cobre.
Apariciones. Cuando Celestino Flores llegó al cerro Orujnuni, en el sector que ahora se llama Aruntaya y donde opera la mina de oro Aruntani, no imaginó encontrarse con una serie de sucesos que rozan con la ficción y que lo harían dudar de si son reales o no.
Durante los trabajos de exploración, para conocer cuánto de oro esconde el mencionado cerro, ocurrió algo inverosímil. Un ser de baja estatura pero con rostro de anciano, que siempre lleva casco de minero, botas y ropa de socavón, se apareció al grupo que laboraba en las perforaciones. Era el Chinchilico, así se le conoce al guardián de las minas de Moquegua.
Los trabajadores, advertidos que en ese cerro habitan dichos seres, le entregaron cigarro y coca con el fin de continuar trabajando. Pero no corrió la misma suerte un compañero de Celestino, que por la impresión se enfermó y hasta tuvo que ofrendar una llama para que se le quite el susto.
Ofrenda. El secreto para evitar este tipo de episodios era pagar por adelantado a los guardianes de las minas. Antes de iniciar la jornada de trabajo en el campamento, los obreros acostumbraban a subir a los cerros, rezarle a los Apus y colocar debajo de una piedra tres cigarros y nueve hojas de coca. Al día siguiente, esa ofrenda desaparecía, al igual que la presencia de los Chinchilicos.
Avistamientos de estos “duendes” se han presentado también en la zona de Quellaveco y por supuesto en Cuajone. Adrián Chambi relata que en la caseta de vigilancia del Dique de Southern, donde se desvía el río Torata, se apareció un Chinchilico. Era la medianoche y alguien golpeaba la ventana de la caseta. ¿Sería un sueño? Al salir no había nadie. Dos horas después volvió a ocurrir lo mismo; pero esta vez vio a ese ser infernal. Recordó que tirarle un manojo de llaves lo espantaría. Así el Chinchilico huyó despavorido del lugar. Lástima que su casco o alguna pertenencia no se le cayó, pues se cuenta que al día siguiente lo dejado por el Chinchilico se convierte en oro.
Créditos/ojo.pe
El Chinchilico, guardián de las minas ¿solo un mito?
Se trata del guardián de las minas en Moquegua. Una serie de historias se han tejido en este lugar. Conoce algunas de ellas.
El 70% de toda la extensión geográfica de la región Moquegua está concesionada para la actividad minera, según un informe del Ministerio de Energía y Minas (MEM) del año 2013. De ahí que la ciudad resulte atractiva para las empresas privadas. Sin embargo, en este próspero departamento una leyenda mantiene en alerta a todos los que buscan en sus entrañas canales de oro y cobre.
Apariciones. Cuando Celestino Flores llegó al cerro Orujnuni, en el sector que ahora se llama Aruntaya y donde opera la mina de oro Aruntani, no imaginó encontrarse con una serie de sucesos que rozan con la ficción y que lo harían dudar de si son reales o no.
Durante los trabajos de exploración, para conocer cuánto de oro esconde el mencionado cerro, ocurrió algo inverosímil. Un ser de baja estatura pero con rostro de anciano, que siempre lleva casco de minero, botas y ropa de socavón, se apareció al grupo que laboraba en las perforaciones. Era el Chinchilico, así se le conoce al guardián de las minas de Moquegua.
Los trabajadores, advertidos que en ese cerro habitan dichos seres, le entregaron cigarro y coca con el fin de continuar trabajando. Pero no corrió la misma suerte un compañero de Celestino, que por la impresión se enfermó y hasta tuvo que ofrendar una llama para que se le quite el susto.
Ofrenda. El secreto para evitar este tipo de episodios era pagar por adelantado a los guardianes de las minas. Antes de iniciar la jornada de trabajo en el campamento, los obreros acostumbraban a subir a los cerros, rezarle a los Apus y colocar debajo de una piedra tres cigarros y nueve hojas de coca. Al día siguiente, esa ofrenda desaparecía, al igual que la presencia de los Chinchilicos.
Avistamientos de estos “duendes” se han presentado también en la zona de Quellaveco y por supuesto en Cuajone. Adrián Chambi relata que en la caseta de vigilancia del Dique de Southern, donde se desvía el río Torata, se apareció un Chinchilico. Era la medianoche y alguien golpeaba la ventana de la caseta. ¿Sería un sueño? Al salir no había nadie. Dos horas después volvió a ocurrir lo mismo; pero esta vez vio a ese ser infernal. Recordó que tirarle un manojo de llaves lo espantaría. Así el Chinchilico huyó despavorido del lugar. Lástima que su casco o alguna pertenencia no se le cayó, pues se cuenta que al día siguiente lo dejado por el Chinchilico se convierte en oro.
Créditos/ojo.pe
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