jueves, agosto 2

El hipocampo de oro Pedro Abraham Valdelomar Pinto

El hipocampo de oro por Pedro Abraham Valdelomar Pinto

Resumen El hipocampo de oro

La historia sucede en una aldea de pescadores, donde vivía la señora Glicina, la única mujer blanca entre pobladores indígenas. Era todavía joven, bella y llena de vida, pero estéril. Vivía acompañada de una tortuga obesa. Un día recibió la visita de un navegante con apariencia de gallardo caballero, con quien tuvo un idilio fugaz que duró solo una noche, pues a la mañana siguiente aquel partió raudo en su nave. Desde entonces Glicina era conocida como la viuda de la aldea.

Pasaron tres años, tres meses, tres semanas y tres días y al cumplir éste tiempo Glicina se encaminó por la orilla hacia el sur. Se encontró con un pescador de perlas quien le recomendó que no siga porque en esa época, al caer la noche, salía el Hipocampo de oro en busca de su copa de sangre, dejando huellas fosforescentes en la arena. Después encontró a un pescador de corales, quien le previno que a esa hora salía el Hipocampo en busca de ojos; le indicó también que un silbido estridente precedía a su aparición. Más adelante encontró a un niño pescador de carpas y éste le contó que el Hipocampo de oro salía en busca de azahares de durazno de las dos almendras, y que un pez con alas luminosas precedía su aparición.

Todo lo que habían advertido los pescadores se cumplió: al caer la noche apareció el Hipocampo de oro, quien se puso a llorar desconsoladamente llamándose rey desdichado. Glicina, que le había esperado sentada a la orilla del mar, le preguntó por qué era desdichado siendo rey. El Hipocampo le respondió que, aunque sus súbditos le daban todo lo que tenían, incluso la vida, no podían darle una total felicidad, pues debido a su extraña conformación orgánica tenía que proveerse de nuevos ojos cada luna, los cuales debían ser muy bellos. También necesitaba de una nueva copa de sangre, que era lo que le daba brillantez a su cuerpo. Otra cosa que precisaba era azahar de durazno de las dos almendras, que era lo que le daba el poder de la sabiduría. De otro modo sería el último de los peces pues carecería de belleza y elocuencia. Por eso es que su vida era una sucesión de dolor y felicidad. De no obtener esos tres dones no podría volver a su reino y moriría irremediablemente, no bien saliera el sol.

Glicina le preguntó al Hipocampo qué daría a cambio de las tres cosas que necesitaba. El Hipocampo le respondió que cualquier cosa, incluso el secreto de la felicidad. Para Glicina la felicidad consistía en el amor que trae consigo un hijo. Le contó entonces al hipocampo su historia, cómo en una sola noche amó a un caballero que parecía un príncipe rutilante, quien al despedirse le dijo que en el plazo de tres años, tres meses y tres días fuera hacia el sur, por la orilla del mar y nacería entonces el fruto del amor de ambos. Así lo había hecho, y ahora estaba dispuesta a dar sus ojos, llenar la copa de sangre e ir a buscar el durazno de las dos almendras, con tal que naciera el fruto de su amor. El Hipocampo se alegró y le prometió que su hijo nacería, pero que antes debería viajar hacia el oriente, cruzar un bosque y un río caudaloso, donde para llegar a la otra orilla solo tenía que decir que «la flor de durazno de las dos almendras, la copa de sangre y las pupilas mías son para el Hipocampo de oro». Lo demás llegaría solo.

Glicina partió de inmediato y tras cruzar el río se sentó bajo un árbol, muy cansada. Dijo en voz alta que dónde estaría el durazno de las dos almendras; de pronto escuchó una voz que preguntaba quién lo buscaba. Era el mismo Durazno, que informado del motivo del viaje de Glicina, entregó su azahar de tres pétalos, que era lo más preciado que tenía; lo hacía, según dijo, porque el Hipocampo había sido bueno una vez con él.

Glicina volvió donde el Hipocampo, cuando ya estaba a punto de salir el sol. El Hipocampo, que lo esperaba lleno de angustia, le pidió la copa de sangre; ella se abrió el pecho y se cortó una arteria, llenando con su sangre la copa que el Hipocampo bebió de un sorbo. Luego, ella le entregó el azahar de durazno de las dos almendras, que el Hipocampo guardó en el corazón de una perla. Acto seguido, Glicina se arrancó los ojos y los entregó al Hipocampo, el cual se los colocó en sus cuencas ya vacías. Cumplida su parte, Glicina le pidió el hijo prometido. El Hipocampo le dijo que se llevara el tallo del cual había arrancado los tres pétalos y que su hijo nacería en la mañana siguiente. Le ofreció también duplicar la virtud que desease para su hijo y ella pidió que fuera la del amor. El Hipocampo le concedió su deseo, pero le advirtió que moriría después que naciera su hijo. Ella le agradeció de todos modos, pues valía la pena morir por lo que siempre había deseado: un hijo. El Hipocampo se fue hacia su reino, en las profundidades del mar.

Personajes
Principales
El Hipocampo de Oro, personaje fantástico, un hipocampo de naturaleza singular, que era el rey de las profundidades del mar, pero que no era feliz, pues su peculiar composición orgánica lo obligaba cada cierto tiempo a proveerse de nuevos ojos, pero no cualquiera, sino aquellos que sentía que le estaban predestinados. También necesitaba de una nueva copa de sangre (que le daba brillantez a su cuerpo), así como de azahar de durazno de las dos almendras (que le daba el poder de la sabiduría).
La señora Glicina, una mujer que vivía en una aldea de pescadores indígenas. Era blanca, joven, bella, pero estéril. Su mayor deseo era tener un hijo. Una noche tuvo un idilio fugaz con un marinero que parecía ser un príncipe rutilante; éste, antes de irse a la mañana siguiente, le advirtió que en el transcurso de tres años, tres meses, tres semanas y tres días debía ir a la orilla del sur y que allí nacería el fruto de su amor.

Secundarios
El gallardo caballero que un día llegó en un barco extraño, desembarcando en la orilla. Parecía un príncipe de las novelas de caballería. Pernoctó una sola noche en la casa de Glicina; ambos se amaron, pero él partió a la mañana siguiente. Desde entonces Glicina fue conocida como la viuda de la aldea.
Un viejo pescador de perlas, que también avisa a la señora Glicina sobre la presencia del Hipocampo de oro.
Un joven pescador de corales, que igualmente alerta a la señora Glicina sobre la aparición del Hipocampo de oro.
Un niño pescador de carpas, que alerta a la señora Glicina sobre la aparición del Hipocampo de oro.
El Durazno de las dos almendras, que entrega a Glicina su azahar de tres pétalos, su parte más preciada.

Tema
El tema central es el deseo de procreación de la señora Glicina (viuda y estéril) y el deseo de longevidad del Hipocampo de oro (que debía renovar partes vitales de su organismo para sobrevivir). Ambos intereses confluyen y se benefician mutuamente.

Escritor: Pedro Abraham Valdelomar Pinto
Pedro Abraham Valdelomar Pinto - DePeru

Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril1​de 1888-Ayacucho, 3 de noviembre de 1919) fue un narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo peruano. Es considerado uno de los principales cuentistas del Perú, junto con Julio Ramón Ribeyro. Abraham Valdelomar fue un escritor completo pues «abarcó prácticamente todos los géneros literarios conocidos».[cita requerida] Sin embargo, lo mejor de su creación ficticia se concentra en el campo de la narrativa cuentística. Sus cuentos se publicaron en revistas y periódicos de la época, y él mismo los organizó en dos libros: El caballero Carmelo (Lima, 1918) y Los hijos del Sol (póstumo, Lima,1921). En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento neocriollo peruano, de rasgos postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la narrativa moderna del Perú. En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer libro de cuentos, se utiliza un vocabulario arcaico y una retórica propia de las novelas de caballerías para narrar la triste historia de un gallo de pelea, relato nostálgico ambientado en Pisco, durante la infancia del autor. En Los hijos del Sol, busca su inspiración en el pasado histórico del Perú, remontándose a la época de los incas.

Su poesía también es notable por su evolución singular del modernismo al postmodernismo, teniendo incluso atisbos geniales de vanguardismo. Aquella es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como máxima expresión la de ser un vuelco hacia su interioridad. Pero esta interioridad debe entenderse como una expresión directa e íntima (por tanto, creativa) de la realidad. Esta poesía tiene como ejemplos fulgurantes a Tristitia2​y El hermano ausente en la cena de Pascua, los cuales presentan a su autor como un poeta dulce, tierno y profundo, saturado de paisaje, de hogar y de tristeza. Es imposible no relacionar su poesía con la de su compatriota César Vallejo, sobre todo con el primer poemario de éste, Los Heraldos Negros, y en especial la sección "Las canciones del hogar", en que el tema familiar, asumido con amorosa filiación a la vez de hijo y hermano, emparentan estrechamente sus poéticas. De hecho Vallejo admiraba vivamente a Valdelomar, que era mayor que él, al punto de que lo entrevistó cuando llegó a Lima e incluso le pidió que prologara Los Heraldos Negros, lo que nunca llegó a concretarse.

Género
Cuento

Idioma
Español

Ciudad
Lima

Fecha de publicación
1920.
Créditos/es.wikipedia.org

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