Manuel Pardo y Lavalle
Manuel Justo Pardo y Lavalle (Lima, 9 de agosto de 1834 - ibídem, 16 de noviembre de 1878) fue un economista y político peruano que ocupó la alcaldía de Lima en el período de 1869 a 1870, y la presidencia del Perú en el período constitucional de 1872 a 1876, siendo el primer presidente civil constitucional de la historia republicana.
Manuel Justo Pardo y Lavalle (Lima, 9 de agosto de 1834 - ibídem, 16 de noviembre de 1878) fue un economista y político peruano que ocupó la alcaldía de Lima en el período de 1869 a 1870, y la presidencia del Perú en el período constitucional de 1872 a 1876, siendo el primer presidente civil constitucional de la historia republicana.
Fue el primer Alcalde de Lima en convertirse luego en Presidente de la República del Perú.
Biografía Corta | Manuel Pardo y Lavalle
Hijo del político y escritor Felipe Pardo y Aliaga y de Petronila de Lavalle y Cavero, nació en la casa ubicada en la esquina de las calles San José y Santa Apolonia, en Lima. Perteneciente a una familia ligada a la clase dominante colonial, se educó en Chile y Europa, sobre todo en Barcelona y París, demostrando preferencias por los estudios de economía. En 1864 el presidente Juan Antonio Pezet le confió una misión en Europa para gestionar un empréstito. Al volver, fue nombrado ministro de Hacienda de la dictadura de Mariano Ignacio Prado en 1865. Director de la Sociedad de Beneficencia Pública en 1868, alcalde de Lima de 1869 a 1871, fundador del Partido Civil en 1871, con el que postuló y ganó la presidencia de la República en 1872. Ya en el poder, halló un agudo déficit fiscal, que intentó remediar con una prudente alza de impuestos, el estanco del salitre y la revisión de los contratos de la venta del guano. Pero la crisis económica se agravó y el país quedó al borde de la bancarrota. Firmó también el Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia de 1873 (que luego serviría de argumento a Chile para desencadenar la Guerra del Pacífico) y descuidó la defensa nacional, cancelando la construcción de dos navíos blindados, mientras que Chile se armaba peligrosamente, llegando a superar el poderío bélico del Perú. De otro lado, implementó importantes reformas en el plano de la educación pública y apoyó la cultura intelectual. Terminado su mandato pasó a Chile, de donde retornó al ser elegido senador por Junín ante el Congreso de la República del Perú. Nombrado presidente de la Cámara de Senadores, murió asesinado de un balazo en la espalda a manos de un sargento mayor (comandante ) del ejército. Contaba apenas con 44 años de edad. Su hijo, José Pardo y Barreda, llegó a ser dos veces Presidente del Perú (1904-1908 y 1915-1919).
Biografía Ampliada | Manuel Pardo y Lavalle
Primeros años
Hijo del político y escritor Felipe Pardo y Aliaga y de Petronila de Lavalle y Cavero, nació en la casa ubicada en la esquina de las calles San José y Santa Apolonia, en Lima.
Sus abuelos paternos fueron Manuel Pardo Ribadeneira, regente de la Audiencia del Cuzco, y Mariana de Aliaga, segunda hija de los Marqueses de Fuente Hermosa de Miranda y descendiente del conquistador Jerónimo de Aliaga. Por el lado materno, era nieto de Simón de Lavalle y Zugasti, II conde de Premio Real, y bisnieto coronel José Antonio de Lavalle y Cortés, Primer Conde de Premio Real, Vizconde de Lavalle, Corregidor de Piura y Abogado de la Real Audiencia de Lima, personaje sumamente revelador de lo que fue la aristocracia mercantil del Siglo XVIII.
Con apenas un año de edad viajó en 1835 a Chile con su padre, que había sido nombrado ministro plenipotenciario del gobierno de Felipe Santiago Salaverry. Retornó al Perú con su familia en 1839, para viajar nuevamente a Chile, al ser nombrado su padre nuevamente ministro plenipotenciario, esta vez representando al primer gobierno de Ramón Castilla, en 1846. Por ello, Manuel inició sus estudios en la Escuela Comercial de Valparaíso y para después continuarlos en el Instituto Nacional de Chile. Ya de regreso a Lima, hizo sus estudios secundarios en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe (1848) el más prestigioso del país por entonces, pasando luego al Convictorio de San Carlos (1849, luego parte de la Universidad de San Marcos.
Viajó a España donde cursó la cátedra de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona (1850), y Literatura y Economía Política en el Colegio de Francia (1852) donde fuera profesor suyo Michael Chevalier (quien a su vez fuera discípulo del conde de Saint Simon) quien ejerció una fuerte influencia académica sobre él, al igual que el sansimonismo, corriente a la que admiraba. Inclinado hasta entonces hacia los estudios humanísticos, empezó a interesarse por el rigor y las aplicaciones prácticas de la Economía.
Carrera política
Tras retornar al Perú en 1853 fue nombrado oficial segundo de la Sección de Estadística del entonces Ministerio de Gobierno (22 de junio de 1854), pero declinó asumir sus funciones y se dedicó a la agricultura, ayudando a su pariente José Antonio de Lavalle en la administración de la hacienda de Villa.
Durante el segundo gobierno del mariscal Ramón Castilla y tras la abolición de la esclavitud, dirigió la comisión para la creación de la Policía Rural junto a destacados políticos como Pedro Paz Soldán Ureta, Ignacio de Osma Ramírez de Arellano y Antonio Salinas y Castañeda.
Quebrantada su salud, se trasladó a Jauja para restablecerse. La construcción de la "república práctica" fue un tema que ocupó mucho el interés, el tiempo y las energías de Manuel Pardo.
En 1859, un revelador ensayo sobre su viaje a la provincia de Jauja se convirtió en el punto de partida de esa visión de conjunto que lentamente fue articulando sobre el Perú. Su experiencia particular, publicada en 1860 en "La Revista de Lima", fue trasladada a la esfera pública capitalina. Así, el viaje del futuro Presidente de la República, a Jauja (1857-1859) fue de gran importancia tanto en su orientación vital como en el desarrollo de un modelo político-intelectual. La riqueza conceptual que exhiben los estudios sobre Jauja, en los que Manuel Pardo esboza de manera clara su propia versión de la dicotomía civilización-barbarie y de la relación entre el Perú y Occidente, radica en las valiosas claves que dicha narrativa encierra respecto de los orígenes y características del pensamiento civilista. El itinerario intelectual de Manuel Pardo (1834-1878) parte de un encuentro con la magnificencia y vastedad de los Andes centrales. Refiriéndose a su afección pulmonar, razón de su estadía en Jauja, Manuel Pardo se encargó de subrayar que su larga residencia en el valle de Junin, un lugar que contaba con todo aquello con que podía "favorecer a un país la Providencia", estuvo asociada a motivos ajenos a su voluntad. La casualidad no disminuyó, sin embargo, su interés por presentar a los lectores limeños "algunos pedazos de los Andes" que muy pocos conocían y que muchos miraban con "el más alto desprecio". El encuentro entre un limeño ilustrado y un mundo rural admirado pero también ignorado, e incluso temido, permitió la reproducción en el Perú de uno de los regímenes de representación más poderosos del siglo XIX hispanoamericano. Una aproximación al mismo permitirá esclarecer ciertos rasgos esenciales del proyecto civilizador que Manuel Pardo desarrollaría en las décadas siguientes y que serviría de sustento ideológico al movimiento civilista que, bajo su liderazgo, surge en 1871.
En la Revista de Lima, un medio de expresión intelectual y política escribió importantes artículos, donde detallaba y advertía el gradual agotamiento de las reservas de guano y sugería al gobierno de entonces invertir los ingentes capitales existentes en el Tesoro Público en obras de infraestructura productiva en todo el país, antes que estos capitales se agotasen y llegara la crisis. En ese sentido promovió una campaña publicitaria para lanzar el proyecto de los ferrocarriles como la gran empresa de inversión en el Perú. Su propuesta era unir mediante vías férreas los puertos con las zonas de producción agraria, ganadera y minera de costa y sierra, dinamizando la economía del país y alejándolo de la dependencia del capital extranjero.
Por entonces incursionó también en el comercio como consignatario del guano y como importador; fue gerente de la Compañía de Consignación del Guano para la Gran Bretaña, director del Banco del Perú, presidente de la compañía de seguros de vida “La Paternal” y director de la Compañía Sur-Americana de Seguros Marítimos e Incendios. Ligó también su apellido al gran capital terrateniente del norte del Perú en la entonces próspera y gran hacienda Tumán, actualmente en Lambayeque.
En 1863, con el fin de hacer exploraciones privadas a China, se relacionó comercialmente con la Casa Canevaro y ese mismo año fue uno de los seis empresarios peruanos que consignó e importó el guano a Gran Bretaña a través de la Compañía de Consignación del Guano. Al año siguiente, fue uno de los fundadores del Banco del Perú, del que fue director.
En 1868, tras dejar Hacienda y la Beneficencia, asumió la presidencia de la Compañía de Seguros La Paternal y luego la dirección de la Compañía Sur Americana de Seguros.
En 1864 viajó a Londres en compañía de José Sevilla, para gestionar un crédito para defender al país contra la agresión de la Escuadra Española del Pacífico. Pero debió regresar pronto, para recuperarse de su mal, esta vez en Huancayo. Estaba todavía allí, cuando se plegó a la revolución nacionalista que encabezó su amigo, el coronel Mariano Ignacio Prado, contra el gobierno de Juan Antonio Pezet. Afianzado Prado en el poder, en calidad de Dictador, asumió la Secretaría de Hacienda en 1865 y de esta manera integró el famoso “Gabinete de los Talentos”. Bajo este ministerio impulsó una agresiva reforma del sistema tributario a favor del incremento de los ingresos públicos.
Elegido director de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima (1868), desde este cargo combatió los efectos de la epidemia de fiebre amarilla que costó la vida a un 25% de la población en Lima y el Callao. Trabajó para la construcción del Hospital Dos de Mayo, propició la fundación de la Caja de Ahorros y se preocupó por la educación escolar en la capital. Fue también uno de los socios fundadores del Club Nacional, establecido en Lima en 1855.
Alcalde de Lima
En 1869 fue elegido alcalde de Lima por la “Junta de los Cien”, cargo que desempeñó hasta el año siguiente, haciendo una de las labores municipales más transparentes y eficaces de la historia de la ciudad. Gestionó créditos para la creación de escuelas de artes y oficios, la gratuidad de la educación primaria y promocionó la primera Gran Exposición Industrial Nacional, por Fiestas Patrias, en la que se convocó a productores de todo el Perú. Unos presentaron su salitre, otros su azúcar, los artesanos sus trabajos en cueros, los laneros de Puno su lana. Su mensaje era: «Esto es lo que somos como Nación; somos una Nación Económica y estas son nuestras ventajas y nuestras fortalezas». Quería que Lima fuera otra vez la Perla del Pacífico; abrigaba la idea de colocar al Perú en una posición relevante en el contexto mundial.
Entre otras obras públicas edilicias que realizó se cuentan el saneamiento y ornato de la ciudad, canalización de acequias, el pavimentado de calles, inauguración de plazas y la construcción de la carretera de Lima al Callao.
Fundación del Partido Civil
Gozando de una gran popularidad en todos los estratos sociales, Pardo fundó la que sería una de las más trascendentales creaciones de la historia republicana del Perú: la "Sociedad Independencia Electoral", que después adoptaría el nombre de Partido Civil, el primer partido político del país, creado como respuesta al predominio militar en la política peruana (24 de abril de 1871). Agrupaba a acaudalados comerciantes, consignatarios del guano, industriales y hacendados, representantes de la naciente burguesía nacional. No contentos con detentar el poder económico, aspiraban también a controlar el poder político. A ellos se les unieron también numerosos intelectuales, como abogados de San Marcos y periodistas de El Comercio y El Nacional. Era ya la hora, según ellos, de que los hombres de frac y levita, los «hombres de traje negro», llegaran al poder. Este grupo de ciudadanos vieron en Pardo la figura que podía redimir al Perú de medio siglo de militarismo, ya que era miembro de una generación nueva, que había nacido después de la independencia y que, por lo tanto, no debía guardar compromisos con el orden español. Además, repudiaba el desorden, la anarquía y el despotismo de los hombres de sable. El militarismo fue para ellos el maleficio que había venido postergando el despegue del Perú como nación; éste fue acusado de absolutismo, de postergar a las clases sociales del manejo de la política y de ser el acicate de las revoluciones o sediciones. Siendo así, sostenían que no era la voluntad popular ni la opinión pública quienes hacían tomar las decisiones al mandatario. Se produjo una entusiasta adhesión en Lima y las provincias ante la posibilidad de un civil como gobernante. De ahí nació el nombre del partido Civil, organizado ese mismo año para las juntas electorales.
Elecciones de 1871-1872
En 1871, al acercarse el fin del gobierno constitucional del presidente José Balta, se convocó a elecciones presidenciales. Balta, que al principio deseaba lanzar la candidatura de su hermano Juan Francisco Balta, decidió finalmente apoyar la de un expresidente, el anciano general José Rufino Echenique. También se presentó como candidato el doctor Manuel Toribio Ureta, Fiscal Supremo, que postulaba como líder de los liberales.
Pero fue la candidatura de Pardo, como líder del recién fundado Partido Civil, la que tomó fuerza en todo el país y en diversos grupos sociales. El 6 de agosto de 1871 logró congregar en la Plaza de Acho a 14.000 ciudadanos, que se reunieron para escucharle, número muy apreciable para la época, por lo que sin duda fue todo un acontecimiento.
Sectores del ejército y la iglesia se opusieron a la candidatura de Pardo. Las acusaciones más reiteradas que hicieron contra Pardo fueron las de francmasón, aristócrata y monarquista; de no representar a la nación, sino a un grupo de gente selecta con intereses mezquinos. Todavía muchos veían a los militares como los hombres más desinteresados y hechos para el mando.
Las elecciones se desarrollaban en dos fases: en la primera se elegía a los electores, quienes se agrupaban en Colegios Electorales, y en la segunda, los electores elegían al Presidente y el Congreso. El 15 de octubre de 1871 tuvo lugar la primera elección. Los civilistas consiguieron tener representantes en casi todos los departamentos, evitando así la tradicional y violenta toma de las mesas. El resultado favoreció a Pardo. Ureta declinó su postulación. El presidente Balta auspició entonces una candidatura de conciliación nacional en la persona del jurista Antonio Arenas, viéndose Echenique obligado a renunciar a su candidatura para ceder espacio al nuevo candidato. Pero ya era demasiado tarde para revertir la orientación popular. Entre los meses que mediaron entre la primera y la segunda elección, hubo una tensa lucha entre el militarismo y el civilismo. En abril de 1872 se reunieron los colegios electorales. En Lima triunfó Pardo; en los días siguientes los telegramas del interior ratificaron el triunfo. De 4.657 electores, Pardo obtuvo 2.692 votos.
La rebelión de los Gutiérrez
Faltaban pocos días para finalizar el mandato de Balta y producirse la ascensión al poder de Pardo, cuando el 22 de julio de 1872 estalló la rebelión de los hermanos Gutiérrez, cuatro coroneles encabezados por Tomás Gutiérrez, entonces ministro de Guerra. Éste, temeroso de que bajo un gobierno civil perdiesen los militares sus privilegios, y, al parecer, instigado por prominentes políticos, apresó al presidente Balta y se autoproclamó Jefe Supremo de la República. La armada, entre cuyos oficiales se contaban marinos de la talla de Miguel Grau y Aurelio García y García, se pronunció contra la intentona de los Gutiérrez.
Pardo se refugió en la embajada brasileña; por los techos pasó a una casa amiga, la del doctor Ygarza y huyó disfrazado de carretero de la ciudad, con rumbo sur. Llegó hasta Chilca, donde debía recogerlo un buque de la escuadra, pero al no aparecer este, tomó un bote de pescador y se hizo llevar a alta mar, donde finalmente lo recogió Miguel Grau en el monitor Huáscar, pasando luego a la fragata Independencia .
El cuartelazo derivó en el asesinato del presidente Balta y la subsiguiente rebelión popular en contra del gobierno de facto, que acabó de la manera más ignominiosa, con la muerte de tres de los hermanos Gutiérrez en las calles, entre ellos Tomás.
Pardo retornó desembarcando en el Callao, siendo recibido en triunfo. Se trasladó a Lima, donde ante una muchedumbre impresionante, pronunció un discurso que comenzaba exactamente con estas palabras:
Habéis realizado una obra terrible; pero una obra de justicia.
Luego de una corta etapa de indecisión, en la cual no faltaron quienes pedían que se ignorasen los resultados de las elecciones, el Congreso decidió acatar el mandato popular y nombró a Pardo Presidente Constitucional de la República, quien asumió el mando el 2 de agosto de 1872, día planificado desde un inicio, para un mandato de cuatro años, de acuerdo con la Constitución peruana de 1860.
Primer Presidente Constitucional Civil del Perú (1872-1876)
Pardo fue el Primer Presidente Civil del Perú elegido constitucionalmente por la voluntad popular. Anteriormente, ya había habido gobernantes republicanos civiles (como Manuel Menéndez, Justo Figuerola y Domingo Elías), pero solo en calidad de provisorios o interinos, sin mediar elección popular. El primer civil en postular a la presidencia fue precisamente Domingo Elías, en 1850, el mismo que fundara el Club Progresista, considerado como un antecedente del Partido Civil. Elías perdió entonces las elecciones, que ganó el general Echenique.
Pardo pronunció un Discurso al recibir la Insignia del Mando Supremo de manos del Presidente del Congreso, José Simeón Tejeda, el 2 de agosto de 1872, en donde expresó, entre otros conceptos, los siguientes:
Designado por el sufragio popular para ejercer el más alto cargo con que pueda honrar una nación a uno de sus hijos, y elevado a él, (...)permitidme, señores, inclinar la frente ante los misteriosos designios de la Providencia y ante la grandiosa victoria que la opinión ha alcanzado después de luchar encarnizadamente contra la arbitrariedad. Así ha querido la Providencia terminar la historia política de medio siglo, ayudándonos visiblemente para inaugurar vuestros trabajos, en el quincuagésimo aniversario de la independencia nacional, sobre las bases de la opinión victoriosa y del derecho arrancado al imperio de la fuerza.
Dejemos, señores, a la posteridad, la apreciación histórica sobre los desgraciados, cuyos hechos condujeron al país al peligroso extremo de que el patriotismo lo ha salvado, y ocupémonos en este instante tan sólo de la enseñanza política que arroja nuestra fecunda campaña de catorce meses, y estudiémosla, hoy y siempre, con el cuidadoso anhelo y con la elevación de espíritu con que deben los hombres públicos estudiar las tendencias y aspiraciones de los pueblos, y las fuerzas que en sí mismos encierran, para dirigir y aplicar éstas en servicio de aquéllas y encaminarlas todas por la senda del bien. Mi objeto no es tanto presentaros un pomposo programa, cuanto pedir a vuestras elevadas luces en la forma de leyes, los medios que considero necesarios para la realización de los fines que debemos alcanzar, y que se resumen en esta fórmula definitiva: La República práctica, la República de la verdad. Ella encierra mi programa, o mejor dicho, el programa que he recibido de la nación que ha brotado del corazón de cada ciudadano, y que es hoy la síntesis de la opinión nacional.
Legisladores: En la realización de ese programa, la parte más alta y más brillante es vuestra, porque a vosotros corresponde marcar en la ley, los principios que deben regir a la nación, las bases sobre que deben organizarse los servicios públicos, y aun la regularización de éstos en el voto del presupuesto, a mí me cabe la más modesta, de ejecutor de vuestras disposiciones, y de celoso vigilante del cumplimiento de las leyes.
Aun limitado a ella, mi propósito constante será conformar mi política con la opinión de la mayoría de las Cámaras, que es igualmente la opinión del país; y en mi deseo de fundar con lealtad el sistema parlamentario, os aseguro, señores, que deploro el que una disposición constitucional no me permita llevar al gobierno a los miembros del Congreso sin que pierdan su derecho de representar al país.
Sin esa circunstancia, los representantes de la nación, llevarían personalmente al Poder Ejecutivo el espíritu de las Cámaras, que es el espíritu del país, y debe, por lo tanto, ser el que anime constantemente la administración.
Mi voluntad por llegar a ese resultado, suplirá en lo posible ese grave inconveniente, mientras el tiempo permita introducir en nuestro código tan importante mejora.
Obedecer el juramento que acabo de prestar, con la constancia del deber y con la rigidez de la convicción, es la única manera de satisfacer la deuda inmensa de gratitud con que me agobia la distinción que he merecido de mis conciudadanos.
Crean ellos, y creed vosotros, señores, que si mis facultades no me permiten corresponder a sus esperanzas, la rectitud de mi conciencia, no faltará jamás a la confianza que han depositado en mí.
Pardo consideró claves del desarrollo socioeconómico la educación y el trabajo. La educación, junto con la participación de la población en las tareas de gobierno, era para él el único camino para la transformación estructural del país. Asimismo, buscó menguar el militarismo mediante la profesionalización y democratización de las fuerzas armadas. Pero la crisis económica haría inviable la realización de todos estos proyectos.
Manuel Pardo nunca residió en el Palacio de Gobierno. Vivía en su casa particular y allí recibía en audiencia a cualquier ciudadano sin fijarse en la posición económica o social del que solicitara verlo.
Durante su gobierno se sucedieron tres gabinetes ministeriales: el primero, presidido por el anciano general José Miguel Medina; el segundo por el doctor José Eusebio Sánchez; y el tercero, por el general Nicolás Freire.
Aspecto económico
El 21 de septiembre de 1872, Pardo expuso ante el Congreso la situación de la Hacienda. Esta se hallaba en situación calamitosa. La venta del guano, principal fuente de ingresos del fisco desde hacia 30 años, se hallaba en declive, y la totalidad de su producto estaba comprometida para el pago de la deuda. La razón era que el guano había sufrido una fuerte baja de su precio debido a la competencia del salitre (otro fertilizante natural que se imponía en el mercado mundial) y a la disminución de su calidad; por lo demás, las reservas guaneras estaban en camino de agotarse. El Contrato Dreyfus ya no rendía frutos. El presupuesto de la Nación, grandemente ampliado bajo el gobierno de Balta, sólo podía ser cubierto en un 50 % con los impuestos; el déficit anual llegaba a los 8.500.000 soles.
Pardo se propuso conseguir los recursos que requería la Hacienda de la siguiente manera:
- Estableció la descentralización fiscal para lograr una mayor recaudación de impuestos en los departamentos. Como ello no dio resultado, estableció la descentralización administrativa, es decir, que cada departamento administrara sus propias rentas, creándose para tal fin los Consejos Departamentales. Pero estos organismos tampoco dieron los resultados esperados.
- Propuso al Congreso la creación de un impuesto de escala móvil a la exportación del salitre que se explotaba en la provincia litoral de Tarapacá. El salitre empezaba a desplazar al guano en el mercado internacional como fertilizante natural, por lo que el gobierno se interesó por esta riqueza que podría reemplazar al guano como generadora de rentas. Pero el Congreso desaprobó dicho impuesto y por ley del 18 de enero de 1873 se creó el estanco del salitre, es decir, se establecía que el Estado compraría a los empresarios salitreros toda su producción a un precio fijo, para luego venderla a mayor precio a los consumidores. El estanco fracasó y luego, por ley del 28 de mayo de 1875, se autorizó al Ejecutivo la expropiación de las salitreras para obtener su completa nacionalización; el Estado compró gran parte de ellas a través de la emisión de certificados a dos años y con un fondo de 4%. Esta medida tampoco dio los resultados esperados.
- Reorganizó las aduanas y aumentó los aranceles.
- Redujo los gastos públicos al mínimo, tratando de acomodar las necesidades de la nación a sus propios recursos. No pudo realizar obra alguna de importancia, sino tan sólo continuar las emprendidas por Balta, en la medida de lo posible
- En reemplazo del antiguo Contrato Dreyfus, se firmó en Londres, el 7 de junio de 1876, un nuevo contrato para la venta de 1.900.000 toneladas de guano, entre el delegado del Perú, general Mariano Ignacio Prado, y los señores Raphael e hijos, Carlos González Candamo y Arturo Heeren, volviendo al régimen de los consignatarios. Estos personajes formaron la compañía The Peruvian Guano.
Las medidas tomadas no produjeron los resultados esperados. Sólo el aumento de las tarifas aduaneras tuvo algún éxito, a tal punto que con el tiempo se convirtió en el rubro más importante de las rentas fiscales, pero por lo pronto, el déficit presupuestal aumentó. Para el bienio de 1874-76, los ingresos eran de 30 millones de soles, mientras que los gastos sobrepasaban los 74 millones. A todo esto debemos agregar que desde 1873, el sistema capitalista mundial entró en crisis y empezó una gran depresión que duraría hasta finales de ese siglo. La economía peruana se vio afectada profundamente, pues cayeron los precios internacionales de las materias primas y se retrajeron las exportaciones.
La crisis financiera trajo consigo la crisis monetaria, y las monedas de oro y plata empezaron a desaparecer de la circulación y de los bancos, viéndose obligado el gobierno a decretar la inconvertibilidad del billete. Mientras que el pago de la deuda externa no pudo continuarse debido a la disminución de la venta del guano; ello originó la pérdida del crédito del Perú en el exterior, por ende, la imposibilidad de obtener préstamos.
El país iba pues, directo a la bancarrota económica. Como era de esperar, surgieron además los fenómenos concomitantes de alza de los precios y la desocupación, y el inevitable descontento de la población.
Aspecto internacional
La situación internacional en el contexto sudamericano era por entonces muy delicada La política de solidaridad continental, que antaño auspiciara el presidente peruano Ramón Castilla, se hallaba en crisis. El Perú iba perdiendo paulatinamente su superioridad marítima en el Pacífico, mientras que Chile la iba ganando y demostraba tendencias de expansionismo territorial hacia el norte de sus fronteras, tal como se vislumbraba en las disputas territoriales que por entonces enfrentaba con Bolivia, originadas por la riqueza salitrera existente en el desierto de Atacama.
En este marco se dio la firma de un Tratado de Alianza entre el Perú y Bolivia, de carácter estrictamente defensivo, el 6 de febrero de 1873, entre el ministro plenipotenciario boliviano Juan de la Cruz Benavente y el ministro de Relaciones Exteriores del Perú José de la Riva Agüero y Looz Corswarem (hijo del prócer de la Independencia). Según el tratado:
Las altas partes contratantes se unen y ligan para garantizar mutuamente su independencia, su soberanía, y la integridad de sus territorios respectivos, obligándose en los términos del presente Tratado, a defenderse de toda agresión exterior, bien sea de otros u otros estados independientes, o de fuerza sin bandera que no obedezcan a ningún poder reconocido.
El tratado era pues, de carácter estrictamente defensivo. Sólo tenía aplicación y cumplimiento si alguno de los dos países era atacado. No era para atacar a algún país vecino, como maliciosamente han afirmado y siguen afirmando los chilenos. Si nadie atacaba al Perú o a Bolivia, no tenía aplicación. Solo se hizo efecto cuando Chile atacó a Bolivia en 1879. Hay que señalar también que fue un error que este tratado tuviera el carácter de secreto, pues el gobierno chileno la conoció el mismo año en que fue firmado.
Aprobado el tratado por el Congreso del Perú y por el de Bolivia, se empezó a gestionar la adhesión de Argentina, que también se encontraba en litigios de frontera con Chile, por la posesión de la Patagonia. El gobierno argentino de Domingo Faustino Sarmiento aceptó el tratado y lo sometió al Congreso de su país para su aprobación, pero allí se entrampó ante la negativa del Senado, donde predominaban los opositores de Sarmiento. Al final, el gobierno argentino optó por zanjar sus diferencias con Chile de manera diplomática. La alianza quedó, pues, reducida a Bolivia y Perú.
Las leyes de Pardo estancando primero y nacionalizando después las salitreras de Tarapacá, causaron también el desagrado de la alta clase chilena, ya que muchos de sus miembros tenían capitales invertidos en la explotación del salitre tarapaqueño; esa fue una de las razones principales para que empezaran a bosquejar planes para la expansión y conquista de esos territorios.
Defensa nacional
Manuel Pardo y Lavalle, pocos días después de asumir el mando de la República, decidió asesorarse por expertos consejeros en todo lo relacionado con las necesidades del Ejército y la Marina. Para este efecto expidió un decreto supremo, el 14 de agosto de 1872, creando Comisiones Consultivas de Guerra y de Marina. La Comisión de Marina quedó integrada por ocho jefes de la Marina de Guerra. Esta Comisión se instaló el 26 de agosto y la conformaban los siguientes oficiales: contralmirante Domingo Valle Riestra, capitales de navío Manuel J. Ferreyros, Aurelio García y García, Miguel Grau, José R. Carreño, Camilo N. Carrillo, Juan Pardo de Zela Urizar y José Elcorrobarrutia. También concurrió especialmente invitado el capitán de navío Lizardo Montero, Senador por Piura. Todos ellos fueron los asesores del Presidente Pardo en temas de Defensa Nacional.
Pese a que pudo haber una buena intención inicial, el gobierno de Pardo, debido a la grave crisis económica dejada por los militares, hubo que reducir el repotenciamiento de las dos armas de la defensa nacional, el Ejército y la Marina. Mientras tanto, Chile realizaba una carrera armamentística con miras a llevar adelante su política expansionista. Precisamente, en 1874, llegaba a Valparaíso la fragata blindada Almirante Cochrane, y en 1876 lo hacía su gemela, la fragata Blanco Encalada, con las que Chile adquiría la supremacía marítima en el Pacífico Sur. La gestión que, según el historiador Jorge Basadre, había iniciado el presidente Balta para adquirir dos navíos blindados a imitación de Chile, no fue continuada por Pardo. El historiador Rubén Vargas Ugarte dice al respecto:
Los biógrafos de D. Manuel Pardo no omiten decir que instado porque el Perú se armase y reforzase su escuadra, mandando construir en Inglaterra dos blindados como lo había hecho Chile, dio a los que le interpelaban por respuesta: El Perú tiene dos poderosos blindados y ellos no son sino su alianza con Bolivia y la Argentina. Hay que convenir que incurrió en un error, que fue ciertamente fatal para el país.
Error al que fue inducido por sus asesores militares que lo acompañaron durante su mandato Constitucional.
En cuanto al Ejército, este quedó reducido a menos de 3.000 efectivos, aunque en el aspecto de la tecnificación del personal se hicieron algunas mejoras, como la creación de la Escuela de Cabos y Sargentos y de la Escuela Especial de Artillería y Estado Mayor, la reforma de la Escuela Militar y la reinstalación de la Escuela Naval.
La crisis económica y los gastos del gobierno en sofocar las continuas sublevaciones (entre ellas la de Nicolás de Piérola) impidieron el gasto para la compra de navíos blindados y material bélico en general. Esta política sería fatal para el Perú, pues fue su desarme lo que alentó a Chile a desatar la guerra, con miras a amputarle parte de su territorio, rico en guano y salitre.
Aspecto educativo y cultural
En contraste con la crisis económica e internacional, la obra educativa y cultural del gobierno de Pardo fue de suma importancia.
- Castilla había sido el primer gobernante republicano preocupado por la organización de la educación pública. Pardo continuó esta obra por medio del Reglamento General de Instrucción Pública que promulgó el 18 de marzo de 1876. Este reglamento establecía que la instrucción primaria sería obligatoria y gratuita en su primer grado y que estaría confiada a las Municipalidades. En cuanto a la instrucción media, que no era obligatoria, estaría a cargo de los Consejos Departamentales. Para hacer extensiva la educación primaria a todo el país se creó una contribución personal, de un sol al semestre en la sierra y dos soles en la costa a todos los ciudadanos de entre los 21 y 60 años.
- La enseñanza superior también mereció atención. Con el objeto de preparar técnicos y especialistas en las diversas profesiones de la administración pública, se creó la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de San Marcos, actual Facultad de Ciencias Económicas.
- Se creó la Escuela de Ingenieros Civiles y de Minas (hoy Universidad Nacional de Ingeniería).
- Se creó la Escuela Superior de Agricultura (hoy Universidad Nacional Agraria La Molina).
- Se creó la Escuela Normal de San Pedro (para mujeres que quisieran dedicarse al magisterio).
- Se creó la Escuela de Bellas Artes.
- Se concedió autonomía a las Universidades.
- Se suprimieron las universidades de Ayacucho, Trujillo y Puno, subsistiendo las de Lima, Arequipa y Cuzco.
En el aspecto cultural se puso la imprenta del Estado al servicio de la publicación de importantes obras. Se editó El Perú del sabio italiano Antonio Raimondi, así como el Diccionario Geográfico Estadístico del Perú de Mariano Felipe Paz Soldán; de este último se imprimió también la segunda parte de su Historia del Perú Independiente, cuya primera fue editada durante el gobierno de Balta. Se empezaron a publicar las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma. Se publicaron también, entre otras obras, la colección de Documentos Históricos y Literarios del Perú del general Manuel de Odriozola, y el Diccionario de la Legislación Peruana de Manuel Atanasio Fuentes.
Otras obras
- Fomentó la inmigración europea. Llegaron así 3.000 inmigrantes europeos que en su mayor parte fueron enviados a colonizar la región de Chanchamayo, en la ceja de selva, donde refundaron el pueblo de La Merced (1874). También se impulsó la inmigración asiática para beneficiar la agricultura costeña.
- Organizó la Dirección de Estadística. En 1876 se realizó el Censo General de la República, el primero hecho de manera técnica, pues hasta entonces la población era solo calculada. Este censo arrojó la cantidad de 2.704.998 habitantes. Se establecieron los Registros Civiles en las Municipalidades, para sentar las partidas de nacimiento, matrimonio y defunción de los ciudadanos, lo que hasta entonces era privilegio de las parroquias.
- Restableció la Guardia Nacional, reorganizándola con el objeto de preparar a la ciudadanía para la defensa del orden público. Todos los ciudadanos de 21 a 25 años que no estuvieran enrolados en el ejército activo o en la reserva formarían la Guardia Nacional en cada provincia, entrenándoseles periódicamente y pudiendo ser llamados a servicio activo por no más de seis meses.
- Dio un Reglamento General de Correos para mejorar el servicio postal y mandó construir un edificio apropiado en Lima.
- Se instaló, por obra de la empresa particular, el cable submarino entre Perú y Chile, y después entre Paita y Panamá, quedando así conectado el Perú con el resto del mundo.
- Se inauguró en Lima el Monumento del Dos de Mayo en la plaza del mismo nombre, en homenaje a la victoria del Callao de 1866.
- Se inauguraron los ferrocarriles de Arequipa a Puno, de Ilo a Moquegua, de Pacasmayo a Chilete y de Salaverry a Ascope, y se continuó la construcción del ferrocarril central a La Oroya.
- Se crearon tres departamentos y una provincia litoral:
* El Departamento de Lambayeque (segregado del departamento de La Libertad) por ley del 1 de diciembre de 1874.
* El Departamento de Apurímac (segregado del departamento del Cuzco), por ley de 28 de abril de 1873.
* La Provincia Litoral de Moquegua y el Departamento de Tacna, por ley de 25 de junio de 1875.
Política interna
Pardo inició su gobierno en medio de inmensa popularidad, sin embargo esta fue disminuyendo paulatinamente debido a la crisis económica que se fue agravando hasta afectar directamente a la población, por la paralización parcial de las obras públicas y el desempleo consiguiente, así como el alza de productos de primera necesidad.
Naturalmente, la oposición en el parlamento aprovechó tal coyuntura para arremeter contra el gobierno. Dos sucesos desgraciados exacerbaron más los ánimos. Uno de ellos fue el ocurrido en Ocatara, en donde unos trabajadores chilenos del ferrocarril central atacaron a un campamento civil donde cometieron diversas tropelías; pero en vez de ser juzgados por los tribunales del Perú, fueron embarcados rumbo a su patria, lo que dio lugar para que la oposición criticara acerbamente al gobierno por tan insólito proceder.
El otro de los sucesos lamentables fue el ocurrido en el río Chinchao, en donde los coroneles Mariano Herencia Zevallos y Domingo Gamio, que se habían sublevado contra el gobierno y que eran conducidos a una guarnición situada en la frontera con el Brasil, fueron asesinados por la patrulla que los conducía. El crimen fue motivado al parecer por una antigua enemistad que el jefe de la patrulla, mayor Cornejo, tenía con Gamio, pero la opinión pública no dudó en culpar de este doble crimen al gobierno de Pardo, el cual recibió duras críticas en el Parlamento y la prensa.
Una de las rebeliones más importantes que tuvo que soportar Pardo fue la del caudillo civil Nicolás de Piérola, el que fuera ministro de Hacienda de Balta. Tras una estadía en Europa, Piérola pasó a Chile, donde organizó una revolución contra Pardo. Zarpó hacia el Perú en una pequeña embarcación llamada El Talismán, el 11 de octubre de 1874. En plena travesía fue nombrado Jefe Supremo Provisorio. Fondeó primero en Pacasmayo pero eludió a la flota peruana y se dirigió al Sur, desembarcando en Ilo. Ocupó Moquegua y planeó ocupar Arequipa, pero fuerzas procedentes de Lima lo derrotaron en Los Ángeles, el 30 de diciembre de 1874. Así finalizó la llamada “Expedición del Talismán.”
Intento de asesinato de 1874
La libertad de prensa fue amplia durante el gobierno de Pardo y en varias ocasiones se desbordó. El 15 de agosto de 1874, el periódico satírico La Mascarada publicó una caricatura que cubría una página entera y estaba iluminada a todo color. Se titulaba “El último día de César” y subtitulada “La historia es un espejo donde la humanidad halla consejo”. En ella se ve al Presidente Pardo representando de Julio César e ingresando al Senado, rodeado de su gabinete y de otros personajes, todos ellos vestidos con togas a la usanza romana. Hacia la izquierda del pórtico senatorial, se ve un pedestal donde se yergue la estatua del General Mariano Ignacio Prado (representando a Pompeyo), y delante de ella, está un misterioso personaje, que, representando a Marco Junio Bruto (el asesino de César), aguarda la ocasión de infligir la puñalada asesina, instigado por otro (con la fisonomía de Piérola). En la parte superior revolotea una bandada de supuestos ángeles, pero que vistos de cerca asemejan a gallinazos, y representan a José Balta y Tomás Gutiérrez. La composición gráfica era altamente simbólica. Si bien la intención de la caricatura era jocosa o festiva, terminó siendo considerada macabra y premonitoria. Una semana después de su publicación, Pardo sufrió un atentado en plena vía pública, de manos del capitán del ejército Juan Boza, quien disparó sobre el mandatario varios tiros de revólver, sin que ninguno diera en el blanco. El mismo Pardo hizo frente a su agresor, gritándole “asesino” e “infame” y desviando con su bastón el arma de fuego (22 de agosto de 1874). Un grupo de hombres que acompañaban a Boza, y que al parecer eran cómplices suyos, huyeron haciendo disparos al aire. Este atentado ocurrió cuando Pardo atravesaba a pie la esquina de la calle Palacio al portal de Escribanos. Como consecuencia de ello, el editor de La Mascarada y el caricaturista fueron encarcelados, acusados de incitar a la rebelión y al homicidio.
Traspaso del poder
Pardo logró cumplir su período presidencial en 1876 y entregó el poder a su sucesor elegido, el general Mariano Ignacio Prado, para quien no era nueva la investidura presidencial, ya que lo había ocupado entre 1865 y 1868.
Exilio en Chile
Gobernando el general Prado, en su segundo gobierno (1876-1879), Pardo fue involucrado en el motín de la guarnición del Callao del 4 de junio de 1877. Según testimonio del mismo Pardo, en carta que dirigió a su esposa, este motín fue obra de algunos de sus partidarios exacerbados, sin que mediara orden de parte suya. No obstante, fue perseguido y tuvo que refugiarse en la legación de Francia. Luego partió hacia Chile, el día 15 del mismo mes.
En ausencia, fue elegido senador por Junín ante el Congreso Nacional, en las elecciones para la renovación de los tercios parlamentarios de 1877, en donde su partido triunfó ampliamente, en ambas cámaras. Pese a que algunos amigos en Chile le aconsejaron no volver el Perú, Pardo decidió emprender el viaje, arribando al Callao el 2 de septiembre de 1878. Según testigos, retornó convencido del inminente estallido de la guerra con Chile, inquietud que transmitió al mismo presidente Prado.
Presidente del Senado
No bien que tomó posesión de su escaño como Senador, Pardo fue elevado a la presidencia de su Cámara, en la elección efectuada el 27 de julio de 1878. En esta ocasión, pronunció estas palabras:
En medio de las disidencias políticas, que alejan a los hombres, hay siempre un lazo que los une: el del amor a su país y el vivo anhelo por su felicidad. Ocupémonos todos pues de ganar los favores de la nación en este terreno, que por dicha nuestra es bastante ancho para que todos quepan: unámosnos todos para servir las ideas que satisfagan sus necesidades y para combatir las pasiones que la conmueven: y así no sólo habremos hecho buenas leyes sino que habremos devuelto la calma a los espíritus y la paz a la sociedad.
Asesinato
El asesinato de Manuel Pardo sucedió entre las 2 y 3 de la tarde del sábado 16 de noviembre de 1878, cuando ejercía la presidencia del Senado, cuatro años después del primer atentado que sufriera cuando era Presidente Constitucional del Perú. Por macabra coincidencia, fue asesinado cuando ingresaba al recinto del Senado, tal como lo había vaticinado años antes la caricatura de La Mascarada.
El escritor Fernando Ayllón Dulanto, en su obra "El Museo del Perú: Historia del Museo del Congreso y de la Inquisición", había escrito, que el Presidente del Senado Manuel Pardo y Lavalle presagiando su muerte, le había afirmado en una carta a Benjamín Vicuña Mackenna historiador y prominiente político chileno amigo personal de Pardo: "Yo no le temo a la muerte sino a la forma de morir. Porque desaparecer de la escena de la vida ahogado por una membrana, con el pescuezo roto por un eslabón del caballo, en un tren desrielado y cubierto de aceite y de carbón, es algo que ciertamente no me gustaría. Pero morir en su puesto, cumpliendo dignamente su deber, sirviendo a su país, eso ya es otra cosa y eso no me espanta".
Dos días antes, el 14 de noviembre, Pardo pronunció en el Senado un discurso sobre el proyecto relativo a la amortización de los billetes fiscales. El día 15 continuó ocupándose del mismo asunto. Ambos discursos debían publicarse en El Comercio, por lo que el día 16 (el día fatídico) fue a la imprenta de dicho diario, donde revisó las pruebas del texto, hasta las dos de la tarde. Terminada esta labor, se dirigió en coche a la puerta del Congreso. Lo acompañaban los señores Manuel María Rivas y Adán Melgar. A la entrada, la guardia del batallón Pichincha le presentó armas y Pardo hizo un gesto para que cesaran los honores. Luego ingresó al primer patio del Congreso, cuando de pronto, uno de los integrantes de dicho batallón, el sargento Melchor Montoya (que a diferencia de sus compañeros, todavía tenía su arma alzada) le disparó, gritando “Viva el pueblo”. La bala rozó la mano izquierda del señor Rivas, penetró en el pulmón izquierdo de Pardo y salió a la altura de la clavícula. Mientras la guardia permaneció impasible, el señor Melgar se lanzó en persecución del asesino, que huyó hacia la Plaza de la Inquisición, siendo finalmente apresado por el sargento Juan Vellods.
Mientras tanto, el expresidente herido era llevado al segundo patio del Senado, donde se le recostó sobre las baldosas de mármol (la cámara de senadores estaba, en el siglo XIX, en el actual local del Museo de la Inquisición). En unos instantes, llegaron más de doce médicos, pero la herida de Pardo era mortal; la hemorragia era casi generalizada. Su hijo primogénito, Felipe Pardo y Barreda, avisado del suceso, acudió al Senado acompañado con un grupo de civilistas. Conscientes que la herida era mortal, se llamó a un sacerdote para que le administrara la extremaunción.
Pardo, agonizante, preguntó quién había sido el asesino. Al saber que se trataba de un sargento, dijo “perdono a todos”; también llegó a decir “mi familia”, “debo mucho”, “me ahogo”. El padre dominico Caballero fue su último confesor. A las 3 de la tarde, exhaló su último aliento. El presbítero González La Rosa cerró sus ojos. El presidente Prado, al enterarse de lo ocurrido, salió a pie de Palacio y tomó luego un coche de alquiler para llegar más rápido al Senado. Exclamó: “¡Vergüenza!” y, al referirse al asesino, dijo: “¿Y por qué todavía vive ese miserable?”.
En el asesinato de Manuel Pardo nada tuvo que ver el gobierno de entonces. Acabamos de mencionar la ira que produjo en el presidente Prado la noticia del execrable crimen; también quedaron fuera de toda sospecha Nicolás de Piérola y sus seguidores, conocidos enemigos políticos del fundador del Partido Civil, quienes inicialmente fueron sindicados como los autores intelectuales del crimen.
Pardo fue enterrado en el Mausoleo Privado de la Familia Pardo en el Cementerio General de Lima.
En el juicio seguido, se determinó que el sargento Melchor Montoya, joven de 22 años, había planeado el crimen con otros tres sargentos del batallón Pichincha, cuyos nombres eran Elías Álvarez, Armando Garay y Alfredo Decourt. El motivo fue que en el Congreso se discutía una ley sobre ascensos que les hubiera impedido su promoción a la clase de oficial y convinieron hacer una rebelión sublevando a su batallón y asesinando al presidente del Senado, a quien consideraban autor del proyecto. El siguiente paso del plan era salir a las calles con las tropas, armar barricadas y esperar el apoyo del pueblo. Urdieron pues, con todo detalle el asesinato, tal como ellos mismos confesaron. Montoya fue fusilado el 22 de septiembre de 1880 a las 5 de la madrugada. Por entonces gobernaba Piérola, en los días luctuosos de la guerra con Chile.
Modesto Molina, escritor tacneño, y testigo presencial del crimen, describió así al asesino:
Montoya, cuyo lugar de nacimiento ignoro, es un hombre como de veintiséis años: cholo claro, bajo de cuerpo, un poco grueso y de facciones grotescas. Sus ojos son pequeños y abotagados y en ellos se ve una mirada siniestra. Los pómulos de la cara revelan al hombre vulgar y de instintos depravados y los labios están desprovistos de barba.
Consecuencias del asesinato
La muerte de Pardo provocó sorpresa, indignación, cólera y desesperación en todo el país. Además, dejó sin cabeza al Partido Civil, pero también, para muchos, la Nación toda perdía a un líder de gran peso e influencia social, del que se esperaba que fuera nuevamente candidato a la presidencia en las elecciones de 1880, y cuyo triunfo se daba por descontado. “La Patria está en peligro”, dijo uno de los editoriales de El Comercio. Como si esto fuera poco, solo meses más tarde estallaba la guerra con Chile, momento crítico en que haría falta en el Perú la capacidad y la experiencia política de un estadista como Pardo, capaz de lograr la unidad nacional para hacer frente a un reto de tal magnitud. Un observador neutral, como el historiador italiano Tomás Caivano escribió al respecto:
El asesinato de Manuel Pardo, podemos decirlo con toda seguridad, sobre todo en consideración a las circunstancias y el momento en que tuvo lugar, fue algo más que el asesinato de un hombre: fue el asesinato del Perú.
Otros, más osados, creen que Pardo habría evitado el estallido de la Guerra del Pacífico. En todo caso, es notorio que el Perú, como si se tratase de una maldición, perdía a su líder más importante, justo en vísperas de la guerra más desastrosa de su historia republicana.
Para su partido político, a la larga, su prematura desaparición fue institucionalmente “beneficiosa”: la muerte del líder fundador obligó al Partido Civil prescindir de un caudillo y pasar a tener una dirigencia colegiada; de esta forma el Partido Civil se convirtió en la única agrupación política no “caudillista” en la historia del Perú.
Su actuación pública, recta aunque discutida, su ilustración intelectual y las circunstancias de su muerte, convirtieron a Manuel Pardo y Lavalle rápidamente en una suerte de mártir civil. "El mejor de nuestros hombres públicos" lo llamó J. M. Rodríguez en su Libro de Estudios Económicos y Financieros publicada en el año 1895, al hacer un Balance de la República. Incluso, el célebre Manuel González Prada, que era feroz crítico de los civilistas, lo trata con respeto. Fue el líder que al país le hizo falta con ocasión de la guerra con Chile, suele insistirse. Otros lo consideran un hombre que llegó tarde al poder, cuando el dinero del guano se acababa o era consumido por una enorme deuda exterior.
Créditos/wikipedia.org
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