Ex testigos de Jehová cuentan la realidad que hay bajo la buena fachada de la secta
Fue la ocasión para la presentación en público de la recién creada Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVT), un colectivo que agrupa a personas afectadas por esta secta de impronta cristiana.
Su secretario, el ex testigo Enrique Carmona, explicó que, aunque hay varias formas de salir de esta organización (ya sea por un abandono progresivo, una decisión explícita o una expulsión), “en el 99 % de los casos la salida es traumática”. De hecho, cuando se trata de una expulsión oficial, todos los comportamientos que la provocan los engloban en un mismo término en la secta: “malhechor”.
La perversión interna del grupo
“Generalmente las personas que llegaron a ser testigos de Jehová son individuos con inquietudes religiosas y deseo de ayudar a su prójimo, tanto si nacieron dentro como si se acercaron a través de la publicitación de casa en casa o de otro modo”, explicó.
Las creencias y valores por los que atraen al público, como la importancia del amor, la práctica de la justicia, defender la verdad a toda costa… “tan mencionados dentro de las congregaciones, se ven truncados por la verdadera práctica del día a día, que es todo lo contrario”, señaló Carmona.
Porque la realidad es que “los testigos de Jehová mienten en defensa de su organización, continua y descaradamente, no sólo a la gente en general, sino también a los tribunales. Su ‘Dios todopoderoso’ y su organización necesitan que mientan”.
Daños personales
Las personas son muy dañadas en su personalidad cuando salen o son expulsadas de los testigos de Jehová: “les son quitados todos los refuerzos que obtenían dentro del grupo”.
Los daños mentales producidos provienen de una doble vía: “las propias creencias que el individuo expulsado aún mantiene, y el comportamiento de rechazo de los familiares y amigos que quedan dentro”. De forma que “los testigos de Jehová tienen una buena imagen social, una buena fachada, pero la gente desconoce lo que hay por debajo, que es duro de vivir”.
El secretario de la AEVT ofreció detalles sobre lo que supone la “desasociación”, que es el término que la secta emplea para referirse a la expulsión de sus miembros, a quienes condenan al ostracismo social por parte de los que hasta ese momento habían sido sus hermanos de congregación. Y repasó cómo ha sido una postura que se ha ido radicalizando en los testigos de Jehová a través de sus publicaciones oficiales.
Los efectos de la expulsión
Según explicó Enrique Carmona, en 1981 se dice que el expulsado es “como uno que hubiese muerto”. Algo que no es más que “chantaje puro y duro dirigido a la familia de los expulsados”. En 1987 se habla de la vigilancia mutua entre los miembros de la congregación, con la obligación de “alertar a los ancianos de cualquier indiscreción notada”. Se trata de “una relación de espías entre ellos”.
Poco a poco la Watchtower –la corporación empresarial que rige el movimiento– “adoctrina a sus bases, los testigos de Jehová, para el aislamiento de todo aquel que es expulsado”. Para ello, “primero crea un ambiente de odio y rechazo al individuo calificándolo de apóstata o desleal, introduciendo en el grupo ideas negativas en contra de los individuos a través de calificativos negativos”.
Algo que continúa en el estado actual. Una revista de la secta de 2017 sigue ordenando la “desconexión absoluta de las familias. Efectivamente, han dado orden de muerte social a los padres, madres, hermanos… que abandonen la congregación”. Así se lee en La Atalaya: “aunque nos duela, debemos evitar el contacto innecesario con un familiar expulsado, sea por teléfono, mensajes de texto, cartas, correo electrónico o a través de las redes sociales”.
Al salir, no saben vivir
También intervino en la mesa redonda Israel Flórez, presidente de la AEVT, que explicó quiénes son las víctimas de la secta: “hay una gran diversidad de personas: algunos por motivos religiosos y doctrinales, al haberse sentido engañados; otros por saberse estafados… En definitiva, lo común es haber sido víctimas de una falta de libertad. La cúpula de los testigos de Jehová coacciona y chantajea”.
La realidad que viven los que abandonan el movimiento es que “nos han enseñado a vender una religión, la de la cúpula de la Watchtower, pero no a tener habilidades sociales… Sólo nos hemos relacionado con un grupo cerrado. Y entonces, al salir del grupo, no sabemos vivir. Una vez que estamos fuera de esa jaula, nos encontramos con que hay que empezar de cero. Es durísimo”.
Flórez compartió su experiencia personal: ya adulto, les contó a los ancianos (responsables locales) de su congregación que había sido abusado por un testigo de Jehová que hoy es anciano. “Me dijeron que lo tendrían en cuenta, pero una semana después me dijeron que confiara en Jehová y que no hiciera nada. No me negaron la posibilidad de denunciarlo a las autoridades, pero me recordaron que si ponía el nombre de los testigos de Jehová en la policía o en los tribunales, eso sería un perjuicio para Jehová”, detalló.
Además, el presidente de la AEVT aseguró que “los que salimos somos víctimas, pero también son víctimas los que están dentro. Hay miembros de nuestra asociación que permanecen dentro de la organización porque, si salieran, perderían todo contacto con su familia y amigos”.
Las muchas víctimas de una oscura organización
Recordó que tras los testigos de Jehová se encuentra “una empresa editorial que está consiguiendo mucho dinero, con una gran cantidad de edificios a su nombre y un importante negocio inmobiliario. En España recaudan anualmente 10 millones de euros, de los que emplean sólo 3 millones para sostener a los trabajadores que están en la sede nacional de Ajalvir (Madrid). El resto del dinero va a la central de la organización en los EE.UU. sin que Hacienda quiera saber nada”.
Por eso, subrayó, desde la AEVT “queremos encontrar a las víctimas y empezar a ayudarlas. Hay muchos casos en los que se dan trastornos psiquiátricos, enfermedades físicas, etc. Y queremos poner a profesionales para ayudar a las víctimas”.
La historia de Isabel y su familia
Otra miembro de la asociación, Isabel Matamoros, relató que fue captada con 19 años, proveniente de una situación familiar difícil. En la adolescencia se puso rebelde y quería un mundo mejor. En ese momento contactaron con ella los testigos de Jehová, con su amabilidad y cariño.
“Te plantan en la cabeza la idea de que este mundo se acaba, pero hay una posibilidad maravillosa de vivir en el paraíso… todo lo que yo quería”, afirmó. Tras dos años, decidió bautizarse y participar en la vida de la secta: varias reuniones semanales, salir a predicar, etc.
“Todo esto supone mucho tiempo, y te va ocupando cada vez más espacio en tu vida”. A los 25 años se casó con un testigo de Jehová, y poco después quedó embarazada. “Mi vida fue pasando, he estado 30 años dentro, y nunca me paré a pensar, criticar o dudar, algo que te desaconsejan totalmente”.
Pero su hija creció y llegó a la adolescencia, y empezaron los problemas directos. “Mi hija se enamoró de un chico mundano, es decir, un no testigo de Jehová, algo que no está permitido. Los ancianos de la congregación hablaron con mi hija, que tenía entonces 18 años y aún no se había bautizado. Decidieron meterse en su vida para corregir su ‘mala conducta’. Como mi postura en esa reunión no fue del agrado de los ancianos, al no oponerme lo suficiente, me tacharon de mala madre. Delante de un auditorio, se dijo que mi hija era una mala compañía, y nadie podía acercarse a ella, como si fuera una apestada”.
A partir de entonces, su hija y su novio empezaron a buscar información y a sembrar dudas en Isabel, y tras dos años lograron que “despertara”, porque ella misma empezó a descubrir información en Internet: experiencias terribles de otros ex miembros, casos de malos tratos y abusos… “todo esto me impactó y me colapsó. Yo pensé que no quería estar ahí, y decidí irme. Era un paso decisivo, y mi hija y yo nos aliamos para ir convenciendo a mi marido, que también salió son nosotras. El hecho de salir los tres juntos significa que nos hemos ahorrado mucho sufrimiento, mucho coste psicológico. En un paso tan traumático, lo hicimos juntos. Pero generalmente se sale individualmente, y es durísimo”.
Créditos/es.aleteia.org
La ciudad de Zaragoza acogió los días 1 y 2 de marzo de 2019 el V Encuentro Nacional sobre Sectas, organizado por la Asociación Iberoamericana para la Investigación del Abuso Psicológico (AIIAP) junto con diversos colegios profesionales de psicólogos. En él tuvo lugar una mesa redonda titulada “Los testigos de Jehová: contexto, impacto y proceso de salida”.
Fue la ocasión para la presentación en público de la recién creada Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVT), un colectivo que agrupa a personas afectadas por esta secta de impronta cristiana.
Su secretario, el ex testigo Enrique Carmona, explicó que, aunque hay varias formas de salir de esta organización (ya sea por un abandono progresivo, una decisión explícita o una expulsión), “en el 99 % de los casos la salida es traumática”. De hecho, cuando se trata de una expulsión oficial, todos los comportamientos que la provocan los engloban en un mismo término en la secta: “malhechor”.
La perversión interna del grupo
“Generalmente las personas que llegaron a ser testigos de Jehová son individuos con inquietudes religiosas y deseo de ayudar a su prójimo, tanto si nacieron dentro como si se acercaron a través de la publicitación de casa en casa o de otro modo”, explicó.
Las creencias y valores por los que atraen al público, como la importancia del amor, la práctica de la justicia, defender la verdad a toda costa… “tan mencionados dentro de las congregaciones, se ven truncados por la verdadera práctica del día a día, que es todo lo contrario”, señaló Carmona.
Porque la realidad es que “los testigos de Jehová mienten en defensa de su organización, continua y descaradamente, no sólo a la gente en general, sino también a los tribunales. Su ‘Dios todopoderoso’ y su organización necesitan que mientan”.
Daños personales
Las personas son muy dañadas en su personalidad cuando salen o son expulsadas de los testigos de Jehová: “les son quitados todos los refuerzos que obtenían dentro del grupo”.
Los daños mentales producidos provienen de una doble vía: “las propias creencias que el individuo expulsado aún mantiene, y el comportamiento de rechazo de los familiares y amigos que quedan dentro”. De forma que “los testigos de Jehová tienen una buena imagen social, una buena fachada, pero la gente desconoce lo que hay por debajo, que es duro de vivir”.
El secretario de la AEVT ofreció detalles sobre lo que supone la “desasociación”, que es el término que la secta emplea para referirse a la expulsión de sus miembros, a quienes condenan al ostracismo social por parte de los que hasta ese momento habían sido sus hermanos de congregación. Y repasó cómo ha sido una postura que se ha ido radicalizando en los testigos de Jehová a través de sus publicaciones oficiales.
Los efectos de la expulsión
Según explicó Enrique Carmona, en 1981 se dice que el expulsado es “como uno que hubiese muerto”. Algo que no es más que “chantaje puro y duro dirigido a la familia de los expulsados”. En 1987 se habla de la vigilancia mutua entre los miembros de la congregación, con la obligación de “alertar a los ancianos de cualquier indiscreción notada”. Se trata de “una relación de espías entre ellos”.
Poco a poco la Watchtower –la corporación empresarial que rige el movimiento– “adoctrina a sus bases, los testigos de Jehová, para el aislamiento de todo aquel que es expulsado”. Para ello, “primero crea un ambiente de odio y rechazo al individuo calificándolo de apóstata o desleal, introduciendo en el grupo ideas negativas en contra de los individuos a través de calificativos negativos”.
Algo que continúa en el estado actual. Una revista de la secta de 2017 sigue ordenando la “desconexión absoluta de las familias. Efectivamente, han dado orden de muerte social a los padres, madres, hermanos… que abandonen la congregación”. Así se lee en La Atalaya: “aunque nos duela, debemos evitar el contacto innecesario con un familiar expulsado, sea por teléfono, mensajes de texto, cartas, correo electrónico o a través de las redes sociales”.
Al salir, no saben vivir
También intervino en la mesa redonda Israel Flórez, presidente de la AEVT, que explicó quiénes son las víctimas de la secta: “hay una gran diversidad de personas: algunos por motivos religiosos y doctrinales, al haberse sentido engañados; otros por saberse estafados… En definitiva, lo común es haber sido víctimas de una falta de libertad. La cúpula de los testigos de Jehová coacciona y chantajea”.
La realidad que viven los que abandonan el movimiento es que “nos han enseñado a vender una religión, la de la cúpula de la Watchtower, pero no a tener habilidades sociales… Sólo nos hemos relacionado con un grupo cerrado. Y entonces, al salir del grupo, no sabemos vivir. Una vez que estamos fuera de esa jaula, nos encontramos con que hay que empezar de cero. Es durísimo”.
Flórez compartió su experiencia personal: ya adulto, les contó a los ancianos (responsables locales) de su congregación que había sido abusado por un testigo de Jehová que hoy es anciano. “Me dijeron que lo tendrían en cuenta, pero una semana después me dijeron que confiara en Jehová y que no hiciera nada. No me negaron la posibilidad de denunciarlo a las autoridades, pero me recordaron que si ponía el nombre de los testigos de Jehová en la policía o en los tribunales, eso sería un perjuicio para Jehová”, detalló.
Además, el presidente de la AEVT aseguró que “los que salimos somos víctimas, pero también son víctimas los que están dentro. Hay miembros de nuestra asociación que permanecen dentro de la organización porque, si salieran, perderían todo contacto con su familia y amigos”.
Las muchas víctimas de una oscura organización
Recordó que tras los testigos de Jehová se encuentra “una empresa editorial que está consiguiendo mucho dinero, con una gran cantidad de edificios a su nombre y un importante negocio inmobiliario. En España recaudan anualmente 10 millones de euros, de los que emplean sólo 3 millones para sostener a los trabajadores que están en la sede nacional de Ajalvir (Madrid). El resto del dinero va a la central de la organización en los EE.UU. sin que Hacienda quiera saber nada”.
Por eso, subrayó, desde la AEVT “queremos encontrar a las víctimas y empezar a ayudarlas. Hay muchos casos en los que se dan trastornos psiquiátricos, enfermedades físicas, etc. Y queremos poner a profesionales para ayudar a las víctimas”.
La historia de Isabel y su familia
Otra miembro de la asociación, Isabel Matamoros, relató que fue captada con 19 años, proveniente de una situación familiar difícil. En la adolescencia se puso rebelde y quería un mundo mejor. En ese momento contactaron con ella los testigos de Jehová, con su amabilidad y cariño.
“Te plantan en la cabeza la idea de que este mundo se acaba, pero hay una posibilidad maravillosa de vivir en el paraíso… todo lo que yo quería”, afirmó. Tras dos años, decidió bautizarse y participar en la vida de la secta: varias reuniones semanales, salir a predicar, etc.
“Todo esto supone mucho tiempo, y te va ocupando cada vez más espacio en tu vida”. A los 25 años se casó con un testigo de Jehová, y poco después quedó embarazada. “Mi vida fue pasando, he estado 30 años dentro, y nunca me paré a pensar, criticar o dudar, algo que te desaconsejan totalmente”.
Pero su hija creció y llegó a la adolescencia, y empezaron los problemas directos. “Mi hija se enamoró de un chico mundano, es decir, un no testigo de Jehová, algo que no está permitido. Los ancianos de la congregación hablaron con mi hija, que tenía entonces 18 años y aún no se había bautizado. Decidieron meterse en su vida para corregir su ‘mala conducta’. Como mi postura en esa reunión no fue del agrado de los ancianos, al no oponerme lo suficiente, me tacharon de mala madre. Delante de un auditorio, se dijo que mi hija era una mala compañía, y nadie podía acercarse a ella, como si fuera una apestada”.
A partir de entonces, su hija y su novio empezaron a buscar información y a sembrar dudas en Isabel, y tras dos años lograron que “despertara”, porque ella misma empezó a descubrir información en Internet: experiencias terribles de otros ex miembros, casos de malos tratos y abusos… “todo esto me impactó y me colapsó. Yo pensé que no quería estar ahí, y decidí irme. Era un paso decisivo, y mi hija y yo nos aliamos para ir convenciendo a mi marido, que también salió son nosotras. El hecho de salir los tres juntos significa que nos hemos ahorrado mucho sufrimiento, mucho coste psicológico. En un paso tan traumático, lo hicimos juntos. Pero generalmente se sale individualmente, y es durísimo”.
Créditos/es.aleteia.org
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