El misterio de los Foo-fighters
Joe Thompson, piloto estadounidense de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial, testigo de foo-fighters.
Tras la oleada OVNI de 1947, originada en Estados Unidos, que culminó con la observación efectuada por Kenneth Arnold de nueve extrañas alas volantes, nació la ufología como disciplina. Desde este mismo momento su meta principal no fue descubrir el origen real de estos objetos, sino demostrar a toda costa su procedencia extraterrestre.
Presuponiendo que todo objeto volador de origen desconocido era de naturaleza extraterrestre, los ufólogos revisaron la historia buscando pruebas anteriores que avalaran sus hipótesis alienígenas. No tardaron en localizar el artículo de Jo Chamberlin “El misterio de los Foo-fighters” publicado en American Legion Magazine, en diciembre de 1945. Chamberlin había recopilado las descripciones de varios pilotos que, en sus incursiones nocturnas sobre territorio enemigo, habían observado extrañas luces voladoras con aparentes características sorprendentes.
Fueron bautizadas Foo-fighters debido a un tebeo muy famoso en su tiempo llamado Smokey Stover, en donde el protagonista conducía un coche volador al que había apodado con ese nombre y, además, siempre que se refería al fuego usaba la expresión “foo”. Así que una traducción no literal, pero correcta en su sentido, sería “combatientes de fuego”.
Chamberlin también intentó mostrar las posibles explicaciones convencionales que podían aclarar el misterio, aunque ninguna resultaba convincente por sí sola: fuego de San Telmo, dispositivos para anular los radares, arma de distracción o para la defensa antiaérea. Igualmente se pensó en los nuevos cazas a reacción alemanes, no obstante, ninguno de ellos dejaba la estela luminosa observada en algunos foo-fighters.
Los Foo-fighters eran objetos de diversos tamaños (desde una pelota de baloncesto a un gigantesco globo) muy veloces y que brillaban en la oscuridad. Su color variaba; desde el anaranjado hasta el rojo intenso, pasando por el azul, el plateado o el blanco. Algunas mostraban un comportamiento desconcertante para la época, pues parecían “engancharse” a su objetivo y seguirlo. Las maniobras evasivas de los aviones no conseguían confundirlos y los foo-fighters, incluso, si por un momento el avión los burlaba, simplemente volvían a la persecución realizando maniobras imposibles para los aparatos de la época. Otro de sus aspectos incomprensible era que los radares de tierra no los detectaban.
Chamberlin recopiló principalmente las historias de los pilotos que habían combatido en los cielos de Europa, y para él no existía duda sobre su origen; se trataba de un arma alemana: “Los foo-fighters desaparecieron simplemente cuando las fuerzas de tierra aliadas capturaron el área al este del Rin. Ésta era conocida por ser la localización de muchas estaciones experimentales alemanas”. Y ya en su artículo de 1945 preveía que los militares no darían ninguna explicación: “Puede ser ocultado con éxito por muchos años, posiblemente para siempre”.
Lo cierto es que durante la guerra, especialmente en su último año, las noticias de los foo-fighters aparecieron repetidamente en los periódicos aliados. La mayoría de ellas simplemente recogía las descripciones de los pilotos, encargándose de remarcar su apariencia de luces inofensivas para los aviones.
Durante décadas, incluso hoy en día, los foo-fighters han sido incluidos en la mayoría de los libros de ufología. Sin embargo, prácticamente, ninguno de sus autores ha investigado la cuestión, limitándose a repetir lo que han leído en los libros anteriores. Los ufólogos se olvidaron en sus libros del origen humano que les atribuía Chamberlin, mostrando sólo las aparentes propiedades “no humanas” de los foo-fighters. También dejaron en el olvido otra afirmación de Chamberlin: que los objetos habían sido vistos en Japón; de tal forma que el fenómeno pareció exclusivamente centroeuropeo. Posteriormente, al revisar los documentos de esos años, nos enteraríamos de que los testigos vieron también Foo-fighters sobre Italia, Túnez, Noruega, China y diversas zonas del Pacífico.
La leyenda de los foo-fighters fue agrandándose con el paso de los años. Los escritores la incluían en sus libros como una prueba de la existencia de aeronaves extraterrestres durante la guerra, y cada uno de ellos añadía o suprimía detalles que demostraban su verdadero origen: armas secretas del Eje. Un claro ejemplo es la supuesta capacidad, repetida una y otra vez por los ufólogos, que poseían los foo-fighters para atravesar limpiamente los fuselajes sin producir daños en los aviones.
Esta facultad tan sorprendente fue tomada de otra historia bélica más asombrosa todavía, pero ajena a los foo-fighters. Fue escrita por Martin Caidin en 1960 para la revista Black Thursday. Los hechos ocurrieron el 14 de octubre de 1943 durante el bombardeo de las fábricas de rodamientos en Schweinfurt en Alemania por el grupo 384 de bombarderos estadounidenses. Tras lanzar la última bomba los miembros de las tripulaciones notaron que las defensas antiaéreas callaban. Pensaron que se debía a la aproximación de cazas alemanes, pero no consiguieron divisar ninguno. En esos momentos apareció una formación de pequeños discos volantes (de unos 2,5 cm. de alto por 7,50 de ancho) que se dirigía directa hacia ellos. Las tripulaciones de los bombarderos, asombradas, confirmaron por radio lo que estaban viendo.
Los pequeños discos de color plata se acercaron peligrosamente al B-17 número veintiséis. El piloto intentó eludirlos, pero no consiguió evitar la colisión. Entonces ocurrió lo imposible: la formación atravesó directamente el ala derecha sin producir ningún efecto sobre los motores o la superficie. Los tripulantes escucharon un zumbido, sin embargo, no se produjo ninguna explosión.
Al menos otros dos bombarderos fueron atravesados por discos sin que les produjeran daños. A unos 6.000 mts. de distancia los pilotos también observaron una masa negra de aspecto informe. Las tripulaciones no supieron decir de dónde había surgido esta extraña masa ni los racimos de platillos.
Los discos fueron igualmente observados por otras tripulaciones, días antes y después de la misión del 14 de octubre sobre Schweinfurt.
Caidin aseguraba que la historia constaba en un documento oficial. Curiosamente, cuando otros investigadores intentaron hallar el documento no pudieron hacerlo, pues la referencia no existía. El expediente se intentó localizar en el Public Record Office, pero pese a la colaboración del personal el intento fue inútil. Dennis Stacy, redactor del diario del MUFON, tampoco localizó ningún documento en Estados Unidos. El investigador francés J. M. Bigorne lo intentó también sin éxito en Francia. Fueron a su vez consultados los escritores Martin Middlebrook y Chaz Bowyer autores de diversos libros altamente detallados sobre la guerra aérea, y que se habían entrevistado con millares de miembros de tripulaciones, pero jamás habían oído hablar del incidente, a pesar de haber recogido historias de foo-fighters.
Dennis Stacy llegó a establecer contacto con la asociación de veteranos del grupo 384 de bombarderos. Ninguno recordaba el incidente. Y cuando preguntó sobre la extraña historia al general Theodore Ross Milton, quien dirigió aquel el día la incursión, el militar respondió: “No recuerdo haber visto discos negros ni oír hablar a mi grupo sobre cualquier fenómeno extraño".
Ante todo esto, durante años se pensó que la historia era simplemente una invención de Caidin. Sin embargo, en julio de 2000, Andy Roberts volvió al Public Record Office. En esta ocasión encontró varias referencias inéditas de los foo-fighters, los cohetes fantasmas y la investigación británica sobre OVNIS realizada en los años cincuenta. Buscó de nuevo documentos relacionados con el bombardeo de Schweinfurt y ante su sorpresa apareció uno relacionado con la historia de Caidin. Pertenecía al Public Record Office y la referencia era Air 40/464. ¿Se trataba del mismo papel que llegó a estar en manos de Caidin? No era seguro, aunque de todos modos confirmaba los datos escritos 40 años atrás.
Pese a que todos los supervivientes del grupo 384 ocultaban la existencia del incidente, y con mayor rotundidad era negado por el general Milton, el encuentro con los pequeños platillos de Schweinfurt había ocurrido realmente. Lo que muestra hasta qué punto los militares, incluso retirados del servicio, pueden mantener a toda costa sus secretos.
El incidente de Schweinfurt tiene una difícil explicación, pero por impresionante que sean los hechos no deben considerarse encuadrados dentro de los foo-fighters, pese a ello suele figurar mezclado con los objetos luminosos en los pocos libros que han tratado de profundizar en este enigma.
También la pretendida capacidad de los foo-fighters para atravesar los fuselajes tiene un apoyo erróneo en una confusión del lenguaje. Algunos pilotos al verse perseguidos por las “bolas de luz” intentaron esquivarlas, y usaron la expresión “through the gate” (atravesar la puerta) en referencia a la maniobra realizada, no a que los foo-fighters habían pasado a través de las puertas de los aviones, pues se trata de un término del argot utilizado por los pilotos para indicar cuando el motor es llevado a sus límites, en un esfuerzo por perder a su perseguidor. Los ufólogos, desconocedores de esta jerga, tomaron literalmente la frase y creyeron que las bolas luminosas eran capaces de realizar tal prodigio.
Los foo-fighters, desde luego, no podían atravesar los fuselajes; pues eran de metal. Ya en el primer artículo de 1945, escrito por Jo Chamberlin, mostraba el caso de un piloto que había visto al oeste de Neustadt, "una bola color oro, con un final metálico, que aparecía moverse lentamente a través del aire” y otro que había observado un fuselaje bajo la luz del objeto. Andy Roberts encontró el caso de un artillero estadounidense que acertó a un Foo-fighter, y los fragmentos pasaron cerca del avión. Otro testigo, el capitán Frank Robinson, describió el objeto, que se elevaba desde tierra, como “una lata de cerveza rota” y lo llamó “bolas de Kraut”.
El primer caso que dio fama a los foo-fighters ocurrió a finales de noviembre de 1944, cuando a las diez de la noche despegó de Dijon, Francia, un aparato del 415 Escuadrón de Caza Nocturna. Estaba pilotado por el teniente Ed Schlueter, le acompañaban el teniente Donald J. Meiers como observador de radar, y teniente Fred Ringwald, oficial de la inteligencia. Al norte de Rin, cerca de Estrasburgo, Ringwald observó a lo lejos ocho o diez luces anaranjadas que volaban a una velocidad fabulosa. Por un momento pareció que se dirigían hacia ellos y se prepararon para entrar en combate, pensando que se trataba de una nueva arma antiaérea, pero las luces desaparecieron, aunque volvieron a resplandecer por un momento antes de desvanecerse por completo. Si exceptuamos su velocidad fabulosa, las luces no realizaron ninguna maniobra sorprendente.
El radarista Meiers fue el primero en llamarlos foo-fighters. Desde ese momento cualquier luz extraña observada volando recibió ese apodo. Y así como hoy los OVNIS engloban cualquier objeto desconocido que se vea en los cielos, durante la Segunda Guerra Mundial las palabras foo-fighters terminaron como sinónimo para describir cualquier objeto brillante que volara en la oscuridad.
En 1997 Dominique Weinstein realizó un catálogo sobre varias observaciones de OVNIS, en él los ufólogos quisieron ver una prueba de la existencia de foo-fighters observados en plena guerra, aunque estrictamente se traten de OVNIS; incluidos los clásicos platillos volantes que brillaban en la oscuridad.
El 25 de junio de 1943, en el estuario del Elba, Alemania, se vieron doce objetos planos. En 1943, en Bremen, Alemania, abundaron los informes sobre discos de plata y de color rojo vistos sobre las formaciones. El 26 de noviembre de ese mismo año, en la misma zona, fue observada una formación de anillos “ardientes” que volaban en espiral pareciendo flotar en el aire. El 11 de diciembre fue visto un objeto tan rápido como el rayo que dejaba un rastro de vapor. El seis de junio del año siguiente, un disco de plata “jugó” con tres P-38 en el mar Adriático al noroeste de Bari. Como ocurre hoy en día muchas escuadrillas sólo vieron luces. Algunas realizaron maniobras sorprendentes, pero la mayoría obedecieron a las leyes aeronáuticas.
Los platillos volantes alemanes merecen un artículo propio, pero no son propiamente foo-fighters. Incluirlos con ellos sólo lleva a la confusión. Tampoco debemos introducir en el tema el empleo de otras armas altamente secretas, que produjeron extraños efectos en los cielos. Por ejemplo, el periódico sueco Aftontidningen, del 6 de diciembre de 1944, hablaba del uso alemán de una nueva arma antiaérea “congeladora” cuyo frío intenso paraba los motores de los aviones. Tal y como las presentan los ufólogos convencionales, el fenómeno aislado protagonizado por las “bolas de luz inteligentes” que perseguían a los aviones merece un estudio separado.
En diciembre de 1944 los foo-fighters absorbieron especialmente el interés de la prensa internacional. Los podemos encontrar en el Sydsvenska Dagbladet Snällposten, el Daily Mail y el The New York Times del día catorce. El 21 de diciembre el The New York Times aseguraba que no se habían detectado efectos en las esferas de plata.
Siempre se ha insistido en este aparente absurdo ¿Si se trataba de un arma del Eje por qué no derribaba o entorpecía la acción de los aviones aliados? Para contestar a esta pregunta debemos percatarnos de que se trata de un fenómeno asociado a la Segunda Guerra Mundial; concretamente a las tramas de información y desinformación, y que, como era de esperar, tras su final desapareció de los cielos nocturnos.
¿Poseía Alemania alguna arma secreta con las propiedades atribuidas a las “bolas de luz inteligentes”? ¿Habían creado los técnicos y científicos un arma antiaérea que volara produciendo una aparente esfera de luz y que pudiera seguir a su presa realizando piruetas asombrosas en el aire? ¿Únicamente era usada por la noche? Incluso si tienen razón los ufólogos convencionales y los foo-fighters eran naves de reconocimiento extraterrestre, sería absurdo suponer que sólo cumplían su misión, cuando el Sol desaparecía en el horizonte. Como suele ocurrir con los OVNIS, en casi todos los casos que la luz los ilumina podemos distinguir el objeto.
Alemania había puesto en servicio una nueva arma antiaérea que se ha relegado al olvido, asegurando que jamás pasó del estado de prototipo, pues sus características, y el empleo a que estaba destinada, son todavía muy molestas para la historia “oficial”. Se trata del avanzado misil antiaéreo Wasserfall, que según afirman la inmensa mayoría de historiadores fue un proyecto cancelado entre enero y de febrero de 1945.
Este cohete caza aviones, que en su versión final había sido reducido a 6,128 mts de longitud, siendo capaz de alcanzar una velocidad de 2855 km/h, era dirigido por una combinación inconcebible para los aliados. Un operador lo dirigía hacia su objetivo mediante el uso de un futurista simulador de vuelo. El operador no sólo dirigía el misil mediante un joystick, igual a los usados hoy en los ordenadores, además se encontraba sentado en una plataforma móvil que imitaba las evoluciones del cohete en el aire, haciendo sentir al sujeto los movimientos aéreos del misil. No resulta extraño que los mejores operadores resultaran ser pilotos.
Conjuntamente el Wasserfall recibía la información necesaria de un radar situado en el suelo para que no abandonara a su presa, y otro radar independiente situado en el propio misil le permitía fijar su trayectoria. Lo más sorprendente era su cabeza buscadora infrarroja: En la fase final de su misión, cuando su velocidad era supersónica, se encargaba del control automático para impactar contra su enemigo.
Los sistemas infrarrojos desarrollados por Alemania; tanto en sus versiones de visión nocturna, aparatos de detección y búsqueda, como transmisión de sonido, fueron un misterio técnico indescifrable para los aliados. Terminada la guerra, los técnicos germanos los reprodujeron en Estados Unidos. Los estamentos oficiales mantuvieron el secreto de su existencia, evitando a toda costa que los soviéticos conocieran los avances efectuados, y posteriormente rehusaron reconocer su origen alemán. Incluso en fechas tan alejadas ya de la guerra como 1997, el coronel Philip J. Corso, en su libro "Day After Roswell", afirmaba que los sistemas infrarrojos, entre otros muchos avances técnicos alemanes, debían su existencia al material recuperado en la supuesta nave extraterrestre estrellada en 1947 en el desierto de Nuevo México.
Sistemáticamente se ha negado el uso de wasserfalls contra las formaciones de bombarderos. Pero, según un informe sobre este misil, el 9 de octubre de 1944 fueron lanzados 50 wasserfalls contra una formación aliada y "se obtuvo una victoria decisiva contra los bombarderos enemigos"(10). Curiosamente en este caso encontramos otra de las constantes de la ufología, que nos permiten comprender una buena parte de las descripciones de los foo-fighters, pues las tripulaciones no supieron reconocer los objetos lanzados contra ellos, ni el efecto causado. El ataque estuvo protagonizado por 384 bombarderos B 24 “Liberator” protegidos por 295 “Mustang”, pertenecientes a la 2ª División de Bombarderos de la 8ª Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los alemanes escuchaban las conversaciones entre las tripulaciones de los diferentes aparatos enemigos. Fueron alcanzados por los misiles dos B 24 y explotaron con una potencia nunca vista hasta entonces. Sin embargo, los testigos pensaron que habían explotado debido a que alguna de sus propias bombas había quedado enganchada en el fuselaje. Y pese a que los wasserfalls pasaban a su alrededor no vieron ningún cohete. Las tripulaciones únicamente observaron “misteriosas trayectorias de humor rojo”.
El ojo reconoce lo que está acostumbrado a ver. Debemos darnos cuenta que eran los años cuarenta. En Estados Unidos solamente un grupo de aficionados, la American Rocket Society dirigida por Alfret Africano, trabajaba en el tema de los cohetes, y no habían conseguido ningún resultado satisfactorio. Sus invenciones estallaban sin llegar a despegar o, tras un corto y errático vuelo, explotaban en el aire. Los pilotos aliados no estaban preparados para aquella nueva arma y no pudieron describirla.
Pero pronto comenzaron a reconocerlos, pues fueron usados asiduamente para defender el suelo alemán. Antes de que la censura evitara que se hablara de los misiles germanos, dos meses más tarde, el 5 de diciembre de 1944, en la misma época que los foo-fighters nocturnos cobraban un espectacular auge, el New York Times publicaba una nota de prensa, en su página seis, en donde hablaba de las “pequeñas V-2” usadas por los alemanes contra una formación de bombarderos que habían atacado Maguncia. Su título era Cohetes en defensa del Reich. Tripulaciones de bombarderos americanos ven "montones" de ellos, también aviones a reacción nazis. El teniente Robert Dams comentaba: ”Nos encontramos con mucho más cohetes que los que nos encontramos habitualmente”.
El Wasserfall había sido desarrollado a partir de la V-2, de ahí le venía el sobrenombre puesto por las dotaciones de los aparatos aliados. Este misil tenía las mismas características atribuidas a los foo-fighters: era capaz de realizar una insistente persecución de su presa en la noche más cerrada, y, cuando observamos las fotografías de la época, vemos que en la oscuridad su motor producía una “bola” de luz seguida de una cola luminosa.
Los aliados jamás reconocieron que un Foo-fighter hubiese derribado uno de sus aviones, y lo mismo ocurrió con el Wasserfall. No resulta extraño que negaran la utilización de cohetes antiaéreos y los daños que estos causaban a las formaciones de bombarderos. Sabían que, de momento, Alemania no podía producirlos en grandes cantidades, así que reconocer los hechos y hacerlos público sólo hubiera servido para sembrar el terror entre los miembros de las tripulaciones.
Lo mismo ocurrió con los misiles aire-mar. Únicamente se reconocieron las batallas imposibles de ocultar. El 9 de septiembre de 1943 fue hundido el acorazado Roma por misiles Friz-X, siendo atendidos los supervivientes en la isla de Menorca. El 21 de noviembre, veinticinco He-177 partieron de Burdeos cargados con cohetes Hs 293, alcanzado su objetivo en el Golfo de Vizcaya, a 778 km de Finisterre. Los misiles hundieron al Marsa y dañaron seriamente al Delius.
El 26 de noviembre un aparato He-177, pilotado por Hans Dochterman lanzó un misil Hs 293 hundiendo el transporte de tropas Rohna en Bujía, frente a la costa argelina, pese a la encarnizada defensa de los Spitfire de la unidad francesa GC 1/7, los Bell P-39 del 350º grupo de caza de la USAAF y los Bristol Beaufighter del ala 153ª de la RAF. Murieron 1015 de los 1981 soldados estadounidenses que transportaba. Este hundimiento se mantuvo en el más absoluto secreto, pese a las reclamaciones de los familiares y supervivientes del desastre, hasta finales del siglo XX.
Por la noche los pilotos veían foo-fighters y por el día misiles. El Wasserfall no fue el único misil antiaéreo usado contra la aviación aliada. El profesor Herbert Wagner comenzó a trabajar, en 1941, en el Henschel Hs 117 “Schmetterling”, y de nuevo, en plena “oleada” de foo-fighters, este cohete antiaéreo fue desplegado sobre el suelo europeo. En noviembre de 1944 sesenta lugares fueron protegidos con schmetterlings, pero de nuevo la historia no reconoce su utilización; aunque el propio museo de la Royal Air Force considera este hecho incomprensible.
Terminada la guerra se ocultó la utilización de los misiles. Incluso se afirma que los militares alemanes no estaban verdaderamente interesados en ellos. Sólo su avanzada tecnología, que resultó verdaderamente “extraterrestre” para los aliados, parece ser el motivo principal para esta ocultación. Y existen claros ejemplos de ello. El 22 de mayo de 1949 el New York Times daba a conocer que al final de la guerra había sido capturada una guía óptica a los alemanes. Consistía en una combinación de televisión y espejos, que tras ser orientada por el piloto hacia su objetivo lo perseguía sin intervención humana. Esta guía óptica se seguía desarrollando en Wright Field, la famosa base asociada por los ufólogos a la tecnología extraterrestre.
Pero las negaciones sobre los misiles antiaéreos, no sólo esconden una nueva tecnología, también ocultan un tema capital: la existencia de armas atómicas alemanas. Albert Ducrocq fue uno de los más sobresalientes hombres de la ciencia gala, que recibió las máximas condecoraciones científicas francesas. Durante 1943 se encargó de espiar las nuevas armas alemanas por cuenta de los Estados Unidos. En 1947 publicó un libro que pese a su importancia sólo se reeditó una única vez (en 1948), su título es “Armas secretas alemanas” y hoy es un libro “maldito” para los historiadores.
Existen muchos motivos para que el libro de Ducrocq desapareciera pronto de las librerías y su autor no volviera a hablar de él. En esta obra se afirma que los alemanes no solo disponían de bombas atómicas, además ya estaban preparados para lanzarlas sobre Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética, mediante misiles y bombarderos a reacción intercontinentales. Pero los alemanes sabían perfectamente que la respuesta aliada sería un masivo ataque con gases (se calculó que en el contraataque aliado morirían al menos treinta millones de alemanes). Para impedirlo necesitaban retomar el dominio del cielo imposibilitando la acción de los bombarderos. Las armas para alcanzar este objetivo eran principalmente los misiles antiaéreos, por ello la investigación en este campo se revistió de una importancia capital para los militares.
De nuevo las armas atómicas alemanas merecen un trabajo separado. Su existencia siempre ha sido negada por la mayoría de los historiadores. Los documentos sobre los misiles germanos son otro hilo que nos permitiría desenredar la madeja en la que ha sido enredada esta cuestión tan molesta. Oficialmente los alemanes no trabajaron seriamente en las armas atómicas, realizando tan sólo algún pequeño descubrimiento sin importancia. No obstante, en nuestros días las pruebas se revelan en sentido contrario. Pese a la colosal cantidad invertida por Estados Unidos, tanto en dinero como en medios técnicos y humanos, no consiguieron desarrollar armas atómicas, y únicamente tras capturar el material alemán pudieron hacer uso de ellas. Como ocurre con los OVNIS, los foo-fighters sirvieron y sirven para ocultar secretos históricos, técnicos y militares.
Indudablemente los foo-fighters no fueron solamente misiles. Cualquier objeto luminoso observado en el cielo se incluyó dentro de ellos; realmente fueron los OVNIS de la guerra. Han debido transcurrir muchos años para descubrir que también se probaron otras armas secretas aéreas.
Únicamente los alemanes podían aclarar el misterio de los foo-fighters; no obstante, los ufólogos insistieron en sus libros que una vez terminada la guerra, al ser interrogados, los alemanes aseguraron estar tan sorprendidos como los aliados ante estas luces voladoras; además, habían llegado a pensar que se trataban de armas secretas de sus enemigos. El problema para admitir esta leyenda radica en que nadie ha conseguido jamás copia alguna de un interrogatorio en donde se confirme tal afirmación.
Sin embargo, sí existe al menos un informe oficial donde los alemanes explicaron qué eran los foo-fighters. En el apartado cuarto de “Una evaluación de las capacidades alemanas en 1945” podemos leer que los Phoo Bombs, según los informes ocasionales de pilotos, el testimonio de los prisioneros de guerra y los evadidos, eran descritos como un arma lanzada desde los aeródromos, controlada por radio, desde el suelo o desde aviones, y de propulsión a reacción. Su misión era detener los motores mediante interferencias. No resultaron efectivos porque al menos se necesitaban de 100 a 200 Phoo Bombs para atacar a una formación de bombarderos, y no habían podido producir una cantidad suficiente.
El investigador italiano Renato Vesco ya habló hace décadas de esta arma que recibió el nombre de Feuerball. Las “bolas de fuego” además de detener los motores producían un corona de llamas a su alrededor que anulaba el radar enemigo.
Todavía en nuestros días los alemanes siguen explicando aquella arma cuando son preguntados. El 30 de diciembre de 1998, los investigadores españoles José Lesta y Miguel Pedrero entrevistaron a A.
Haberstroh, antiguo cabo de las SS que había sido asignado a Peenemünde: “todo lo que vi eran los cohetes V en diversas versiones cada vez más grandes, y algunas pruebas de esas bolas que llevaban los cazas… Sí, esas bolas las llevaban los aviones de reacción en sus panzas… las lanzaban contra enjambres de aviones enemigos encendiéndose como bolas de fuego en el aire”.
Igualmente los foo-fighters encubrieron otras armas más sorprendentes todavía. En 1945 el Combined Intelligence Objectives Sub-committee capturó los cañones electromagnéticos alemanes, que eran capaces de lanzar a la atmósfera rayos en bola.
Los foo-fighters, como otros muchos temas de la ufología, valieron para esconder tecnologías secretas humanas y no la visita de extraterrestres. Cuando Jo Chamberlin publicó su artículo en 1945 mezcló diversos tipos de objetos voladores bajo el término foo-fighters, los primeros ufólogos cayeron en la trampa de generalizar mezclando sus características, sin realizar una investigación rigurosa, y durante décadas sus herederos han copiado sistemáticamente las afirmaciones de sus antecesores.
Comprender lo que verdaderamente se esconde tras las antiguas historias de los objetos voladores no identificados, nos permitirá vislumbrar muchos sucesos actuales y prepararnos para lo que nos espera en el futuro.
Créditos/lacaraocultadelosovnis.blogspot.com
"El problema principal es separar el hecho de la ficción ¿Qué parte de él es imaginación? ¿Qué parte es alucinación?" La mayoría de estos avistamientos pueden ser explicados. Algunos no pueden. Muchos escritores podrían explicar algunos de los incidentes que describen, pero si lo hicieran, sus libros no se venderían también”.
Joe Thompson, piloto estadounidense de reconocimiento durante la Segunda Guerra Mundial, testigo de foo-fighters.
Tras la oleada OVNI de 1947, originada en Estados Unidos, que culminó con la observación efectuada por Kenneth Arnold de nueve extrañas alas volantes, nació la ufología como disciplina. Desde este mismo momento su meta principal no fue descubrir el origen real de estos objetos, sino demostrar a toda costa su procedencia extraterrestre.
Presuponiendo que todo objeto volador de origen desconocido era de naturaleza extraterrestre, los ufólogos revisaron la historia buscando pruebas anteriores que avalaran sus hipótesis alienígenas. No tardaron en localizar el artículo de Jo Chamberlin “El misterio de los Foo-fighters” publicado en American Legion Magazine, en diciembre de 1945. Chamberlin había recopilado las descripciones de varios pilotos que, en sus incursiones nocturnas sobre territorio enemigo, habían observado extrañas luces voladoras con aparentes características sorprendentes.
Fueron bautizadas Foo-fighters debido a un tebeo muy famoso en su tiempo llamado Smokey Stover, en donde el protagonista conducía un coche volador al que había apodado con ese nombre y, además, siempre que se refería al fuego usaba la expresión “foo”. Así que una traducción no literal, pero correcta en su sentido, sería “combatientes de fuego”.
Chamberlin también intentó mostrar las posibles explicaciones convencionales que podían aclarar el misterio, aunque ninguna resultaba convincente por sí sola: fuego de San Telmo, dispositivos para anular los radares, arma de distracción o para la defensa antiaérea. Igualmente se pensó en los nuevos cazas a reacción alemanes, no obstante, ninguno de ellos dejaba la estela luminosa observada en algunos foo-fighters.
Los Foo-fighters eran objetos de diversos tamaños (desde una pelota de baloncesto a un gigantesco globo) muy veloces y que brillaban en la oscuridad. Su color variaba; desde el anaranjado hasta el rojo intenso, pasando por el azul, el plateado o el blanco. Algunas mostraban un comportamiento desconcertante para la época, pues parecían “engancharse” a su objetivo y seguirlo. Las maniobras evasivas de los aviones no conseguían confundirlos y los foo-fighters, incluso, si por un momento el avión los burlaba, simplemente volvían a la persecución realizando maniobras imposibles para los aparatos de la época. Otro de sus aspectos incomprensible era que los radares de tierra no los detectaban.
Chamberlin recopiló principalmente las historias de los pilotos que habían combatido en los cielos de Europa, y para él no existía duda sobre su origen; se trataba de un arma alemana: “Los foo-fighters desaparecieron simplemente cuando las fuerzas de tierra aliadas capturaron el área al este del Rin. Ésta era conocida por ser la localización de muchas estaciones experimentales alemanas”. Y ya en su artículo de 1945 preveía que los militares no darían ninguna explicación: “Puede ser ocultado con éxito por muchos años, posiblemente para siempre”.
Lo cierto es que durante la guerra, especialmente en su último año, las noticias de los foo-fighters aparecieron repetidamente en los periódicos aliados. La mayoría de ellas simplemente recogía las descripciones de los pilotos, encargándose de remarcar su apariencia de luces inofensivas para los aviones.
Durante décadas, incluso hoy en día, los foo-fighters han sido incluidos en la mayoría de los libros de ufología. Sin embargo, prácticamente, ninguno de sus autores ha investigado la cuestión, limitándose a repetir lo que han leído en los libros anteriores. Los ufólogos se olvidaron en sus libros del origen humano que les atribuía Chamberlin, mostrando sólo las aparentes propiedades “no humanas” de los foo-fighters. También dejaron en el olvido otra afirmación de Chamberlin: que los objetos habían sido vistos en Japón; de tal forma que el fenómeno pareció exclusivamente centroeuropeo. Posteriormente, al revisar los documentos de esos años, nos enteraríamos de que los testigos vieron también Foo-fighters sobre Italia, Túnez, Noruega, China y diversas zonas del Pacífico.
La leyenda de los foo-fighters fue agrandándose con el paso de los años. Los escritores la incluían en sus libros como una prueba de la existencia de aeronaves extraterrestres durante la guerra, y cada uno de ellos añadía o suprimía detalles que demostraban su verdadero origen: armas secretas del Eje. Un claro ejemplo es la supuesta capacidad, repetida una y otra vez por los ufólogos, que poseían los foo-fighters para atravesar limpiamente los fuselajes sin producir daños en los aviones.
Esta facultad tan sorprendente fue tomada de otra historia bélica más asombrosa todavía, pero ajena a los foo-fighters. Fue escrita por Martin Caidin en 1960 para la revista Black Thursday. Los hechos ocurrieron el 14 de octubre de 1943 durante el bombardeo de las fábricas de rodamientos en Schweinfurt en Alemania por el grupo 384 de bombarderos estadounidenses. Tras lanzar la última bomba los miembros de las tripulaciones notaron que las defensas antiaéreas callaban. Pensaron que se debía a la aproximación de cazas alemanes, pero no consiguieron divisar ninguno. En esos momentos apareció una formación de pequeños discos volantes (de unos 2,5 cm. de alto por 7,50 de ancho) que se dirigía directa hacia ellos. Las tripulaciones de los bombarderos, asombradas, confirmaron por radio lo que estaban viendo.
Los pequeños discos de color plata se acercaron peligrosamente al B-17 número veintiséis. El piloto intentó eludirlos, pero no consiguió evitar la colisión. Entonces ocurrió lo imposible: la formación atravesó directamente el ala derecha sin producir ningún efecto sobre los motores o la superficie. Los tripulantes escucharon un zumbido, sin embargo, no se produjo ninguna explosión.
Al menos otros dos bombarderos fueron atravesados por discos sin que les produjeran daños. A unos 6.000 mts. de distancia los pilotos también observaron una masa negra de aspecto informe. Las tripulaciones no supieron decir de dónde había surgido esta extraña masa ni los racimos de platillos.
Los discos fueron igualmente observados por otras tripulaciones, días antes y después de la misión del 14 de octubre sobre Schweinfurt.
Caidin aseguraba que la historia constaba en un documento oficial. Curiosamente, cuando otros investigadores intentaron hallar el documento no pudieron hacerlo, pues la referencia no existía. El expediente se intentó localizar en el Public Record Office, pero pese a la colaboración del personal el intento fue inútil. Dennis Stacy, redactor del diario del MUFON, tampoco localizó ningún documento en Estados Unidos. El investigador francés J. M. Bigorne lo intentó también sin éxito en Francia. Fueron a su vez consultados los escritores Martin Middlebrook y Chaz Bowyer autores de diversos libros altamente detallados sobre la guerra aérea, y que se habían entrevistado con millares de miembros de tripulaciones, pero jamás habían oído hablar del incidente, a pesar de haber recogido historias de foo-fighters.
Dennis Stacy llegó a establecer contacto con la asociación de veteranos del grupo 384 de bombarderos. Ninguno recordaba el incidente. Y cuando preguntó sobre la extraña historia al general Theodore Ross Milton, quien dirigió aquel el día la incursión, el militar respondió: “No recuerdo haber visto discos negros ni oír hablar a mi grupo sobre cualquier fenómeno extraño".
Ante todo esto, durante años se pensó que la historia era simplemente una invención de Caidin. Sin embargo, en julio de 2000, Andy Roberts volvió al Public Record Office. En esta ocasión encontró varias referencias inéditas de los foo-fighters, los cohetes fantasmas y la investigación británica sobre OVNIS realizada en los años cincuenta. Buscó de nuevo documentos relacionados con el bombardeo de Schweinfurt y ante su sorpresa apareció uno relacionado con la historia de Caidin. Pertenecía al Public Record Office y la referencia era Air 40/464. ¿Se trataba del mismo papel que llegó a estar en manos de Caidin? No era seguro, aunque de todos modos confirmaba los datos escritos 40 años atrás.
Pese a que todos los supervivientes del grupo 384 ocultaban la existencia del incidente, y con mayor rotundidad era negado por el general Milton, el encuentro con los pequeños platillos de Schweinfurt había ocurrido realmente. Lo que muestra hasta qué punto los militares, incluso retirados del servicio, pueden mantener a toda costa sus secretos.
El incidente de Schweinfurt tiene una difícil explicación, pero por impresionante que sean los hechos no deben considerarse encuadrados dentro de los foo-fighters, pese a ello suele figurar mezclado con los objetos luminosos en los pocos libros que han tratado de profundizar en este enigma.
También la pretendida capacidad de los foo-fighters para atravesar los fuselajes tiene un apoyo erróneo en una confusión del lenguaje. Algunos pilotos al verse perseguidos por las “bolas de luz” intentaron esquivarlas, y usaron la expresión “through the gate” (atravesar la puerta) en referencia a la maniobra realizada, no a que los foo-fighters habían pasado a través de las puertas de los aviones, pues se trata de un término del argot utilizado por los pilotos para indicar cuando el motor es llevado a sus límites, en un esfuerzo por perder a su perseguidor. Los ufólogos, desconocedores de esta jerga, tomaron literalmente la frase y creyeron que las bolas luminosas eran capaces de realizar tal prodigio.
Los foo-fighters, desde luego, no podían atravesar los fuselajes; pues eran de metal. Ya en el primer artículo de 1945, escrito por Jo Chamberlin, mostraba el caso de un piloto que había visto al oeste de Neustadt, "una bola color oro, con un final metálico, que aparecía moverse lentamente a través del aire” y otro que había observado un fuselaje bajo la luz del objeto. Andy Roberts encontró el caso de un artillero estadounidense que acertó a un Foo-fighter, y los fragmentos pasaron cerca del avión. Otro testigo, el capitán Frank Robinson, describió el objeto, que se elevaba desde tierra, como “una lata de cerveza rota” y lo llamó “bolas de Kraut”.
El primer caso que dio fama a los foo-fighters ocurrió a finales de noviembre de 1944, cuando a las diez de la noche despegó de Dijon, Francia, un aparato del 415 Escuadrón de Caza Nocturna. Estaba pilotado por el teniente Ed Schlueter, le acompañaban el teniente Donald J. Meiers como observador de radar, y teniente Fred Ringwald, oficial de la inteligencia. Al norte de Rin, cerca de Estrasburgo, Ringwald observó a lo lejos ocho o diez luces anaranjadas que volaban a una velocidad fabulosa. Por un momento pareció que se dirigían hacia ellos y se prepararon para entrar en combate, pensando que se trataba de una nueva arma antiaérea, pero las luces desaparecieron, aunque volvieron a resplandecer por un momento antes de desvanecerse por completo. Si exceptuamos su velocidad fabulosa, las luces no realizaron ninguna maniobra sorprendente.
El radarista Meiers fue el primero en llamarlos foo-fighters. Desde ese momento cualquier luz extraña observada volando recibió ese apodo. Y así como hoy los OVNIS engloban cualquier objeto desconocido que se vea en los cielos, durante la Segunda Guerra Mundial las palabras foo-fighters terminaron como sinónimo para describir cualquier objeto brillante que volara en la oscuridad.
En 1997 Dominique Weinstein realizó un catálogo sobre varias observaciones de OVNIS, en él los ufólogos quisieron ver una prueba de la existencia de foo-fighters observados en plena guerra, aunque estrictamente se traten de OVNIS; incluidos los clásicos platillos volantes que brillaban en la oscuridad.
El 25 de junio de 1943, en el estuario del Elba, Alemania, se vieron doce objetos planos. En 1943, en Bremen, Alemania, abundaron los informes sobre discos de plata y de color rojo vistos sobre las formaciones. El 26 de noviembre de ese mismo año, en la misma zona, fue observada una formación de anillos “ardientes” que volaban en espiral pareciendo flotar en el aire. El 11 de diciembre fue visto un objeto tan rápido como el rayo que dejaba un rastro de vapor. El seis de junio del año siguiente, un disco de plata “jugó” con tres P-38 en el mar Adriático al noroeste de Bari. Como ocurre hoy en día muchas escuadrillas sólo vieron luces. Algunas realizaron maniobras sorprendentes, pero la mayoría obedecieron a las leyes aeronáuticas.
Los platillos volantes alemanes merecen un artículo propio, pero no son propiamente foo-fighters. Incluirlos con ellos sólo lleva a la confusión. Tampoco debemos introducir en el tema el empleo de otras armas altamente secretas, que produjeron extraños efectos en los cielos. Por ejemplo, el periódico sueco Aftontidningen, del 6 de diciembre de 1944, hablaba del uso alemán de una nueva arma antiaérea “congeladora” cuyo frío intenso paraba los motores de los aviones. Tal y como las presentan los ufólogos convencionales, el fenómeno aislado protagonizado por las “bolas de luz inteligentes” que perseguían a los aviones merece un estudio separado.
En diciembre de 1944 los foo-fighters absorbieron especialmente el interés de la prensa internacional. Los podemos encontrar en el Sydsvenska Dagbladet Snällposten, el Daily Mail y el The New York Times del día catorce. El 21 de diciembre el The New York Times aseguraba que no se habían detectado efectos en las esferas de plata.
Siempre se ha insistido en este aparente absurdo ¿Si se trataba de un arma del Eje por qué no derribaba o entorpecía la acción de los aviones aliados? Para contestar a esta pregunta debemos percatarnos de que se trata de un fenómeno asociado a la Segunda Guerra Mundial; concretamente a las tramas de información y desinformación, y que, como era de esperar, tras su final desapareció de los cielos nocturnos.
¿Poseía Alemania alguna arma secreta con las propiedades atribuidas a las “bolas de luz inteligentes”? ¿Habían creado los técnicos y científicos un arma antiaérea que volara produciendo una aparente esfera de luz y que pudiera seguir a su presa realizando piruetas asombrosas en el aire? ¿Únicamente era usada por la noche? Incluso si tienen razón los ufólogos convencionales y los foo-fighters eran naves de reconocimiento extraterrestre, sería absurdo suponer que sólo cumplían su misión, cuando el Sol desaparecía en el horizonte. Como suele ocurrir con los OVNIS, en casi todos los casos que la luz los ilumina podemos distinguir el objeto.
Alemania había puesto en servicio una nueva arma antiaérea que se ha relegado al olvido, asegurando que jamás pasó del estado de prototipo, pues sus características, y el empleo a que estaba destinada, son todavía muy molestas para la historia “oficial”. Se trata del avanzado misil antiaéreo Wasserfall, que según afirman la inmensa mayoría de historiadores fue un proyecto cancelado entre enero y de febrero de 1945.
Este cohete caza aviones, que en su versión final había sido reducido a 6,128 mts de longitud, siendo capaz de alcanzar una velocidad de 2855 km/h, era dirigido por una combinación inconcebible para los aliados. Un operador lo dirigía hacia su objetivo mediante el uso de un futurista simulador de vuelo. El operador no sólo dirigía el misil mediante un joystick, igual a los usados hoy en los ordenadores, además se encontraba sentado en una plataforma móvil que imitaba las evoluciones del cohete en el aire, haciendo sentir al sujeto los movimientos aéreos del misil. No resulta extraño que los mejores operadores resultaran ser pilotos.
Conjuntamente el Wasserfall recibía la información necesaria de un radar situado en el suelo para que no abandonara a su presa, y otro radar independiente situado en el propio misil le permitía fijar su trayectoria. Lo más sorprendente era su cabeza buscadora infrarroja: En la fase final de su misión, cuando su velocidad era supersónica, se encargaba del control automático para impactar contra su enemigo.
Los sistemas infrarrojos desarrollados por Alemania; tanto en sus versiones de visión nocturna, aparatos de detección y búsqueda, como transmisión de sonido, fueron un misterio técnico indescifrable para los aliados. Terminada la guerra, los técnicos germanos los reprodujeron en Estados Unidos. Los estamentos oficiales mantuvieron el secreto de su existencia, evitando a toda costa que los soviéticos conocieran los avances efectuados, y posteriormente rehusaron reconocer su origen alemán. Incluso en fechas tan alejadas ya de la guerra como 1997, el coronel Philip J. Corso, en su libro "Day After Roswell", afirmaba que los sistemas infrarrojos, entre otros muchos avances técnicos alemanes, debían su existencia al material recuperado en la supuesta nave extraterrestre estrellada en 1947 en el desierto de Nuevo México.
Sistemáticamente se ha negado el uso de wasserfalls contra las formaciones de bombarderos. Pero, según un informe sobre este misil, el 9 de octubre de 1944 fueron lanzados 50 wasserfalls contra una formación aliada y "se obtuvo una victoria decisiva contra los bombarderos enemigos"(10). Curiosamente en este caso encontramos otra de las constantes de la ufología, que nos permiten comprender una buena parte de las descripciones de los foo-fighters, pues las tripulaciones no supieron reconocer los objetos lanzados contra ellos, ni el efecto causado. El ataque estuvo protagonizado por 384 bombarderos B 24 “Liberator” protegidos por 295 “Mustang”, pertenecientes a la 2ª División de Bombarderos de la 8ª Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los alemanes escuchaban las conversaciones entre las tripulaciones de los diferentes aparatos enemigos. Fueron alcanzados por los misiles dos B 24 y explotaron con una potencia nunca vista hasta entonces. Sin embargo, los testigos pensaron que habían explotado debido a que alguna de sus propias bombas había quedado enganchada en el fuselaje. Y pese a que los wasserfalls pasaban a su alrededor no vieron ningún cohete. Las tripulaciones únicamente observaron “misteriosas trayectorias de humor rojo”.
El ojo reconoce lo que está acostumbrado a ver. Debemos darnos cuenta que eran los años cuarenta. En Estados Unidos solamente un grupo de aficionados, la American Rocket Society dirigida por Alfret Africano, trabajaba en el tema de los cohetes, y no habían conseguido ningún resultado satisfactorio. Sus invenciones estallaban sin llegar a despegar o, tras un corto y errático vuelo, explotaban en el aire. Los pilotos aliados no estaban preparados para aquella nueva arma y no pudieron describirla.
Pero pronto comenzaron a reconocerlos, pues fueron usados asiduamente para defender el suelo alemán. Antes de que la censura evitara que se hablara de los misiles germanos, dos meses más tarde, el 5 de diciembre de 1944, en la misma época que los foo-fighters nocturnos cobraban un espectacular auge, el New York Times publicaba una nota de prensa, en su página seis, en donde hablaba de las “pequeñas V-2” usadas por los alemanes contra una formación de bombarderos que habían atacado Maguncia. Su título era Cohetes en defensa del Reich. Tripulaciones de bombarderos americanos ven "montones" de ellos, también aviones a reacción nazis. El teniente Robert Dams comentaba: ”Nos encontramos con mucho más cohetes que los que nos encontramos habitualmente”.
El Wasserfall había sido desarrollado a partir de la V-2, de ahí le venía el sobrenombre puesto por las dotaciones de los aparatos aliados. Este misil tenía las mismas características atribuidas a los foo-fighters: era capaz de realizar una insistente persecución de su presa en la noche más cerrada, y, cuando observamos las fotografías de la época, vemos que en la oscuridad su motor producía una “bola” de luz seguida de una cola luminosa.
Los aliados jamás reconocieron que un Foo-fighter hubiese derribado uno de sus aviones, y lo mismo ocurrió con el Wasserfall. No resulta extraño que negaran la utilización de cohetes antiaéreos y los daños que estos causaban a las formaciones de bombarderos. Sabían que, de momento, Alemania no podía producirlos en grandes cantidades, así que reconocer los hechos y hacerlos público sólo hubiera servido para sembrar el terror entre los miembros de las tripulaciones.
Lo mismo ocurrió con los misiles aire-mar. Únicamente se reconocieron las batallas imposibles de ocultar. El 9 de septiembre de 1943 fue hundido el acorazado Roma por misiles Friz-X, siendo atendidos los supervivientes en la isla de Menorca. El 21 de noviembre, veinticinco He-177 partieron de Burdeos cargados con cohetes Hs 293, alcanzado su objetivo en el Golfo de Vizcaya, a 778 km de Finisterre. Los misiles hundieron al Marsa y dañaron seriamente al Delius.
El 26 de noviembre un aparato He-177, pilotado por Hans Dochterman lanzó un misil Hs 293 hundiendo el transporte de tropas Rohna en Bujía, frente a la costa argelina, pese a la encarnizada defensa de los Spitfire de la unidad francesa GC 1/7, los Bell P-39 del 350º grupo de caza de la USAAF y los Bristol Beaufighter del ala 153ª de la RAF. Murieron 1015 de los 1981 soldados estadounidenses que transportaba. Este hundimiento se mantuvo en el más absoluto secreto, pese a las reclamaciones de los familiares y supervivientes del desastre, hasta finales del siglo XX.
Por la noche los pilotos veían foo-fighters y por el día misiles. El Wasserfall no fue el único misil antiaéreo usado contra la aviación aliada. El profesor Herbert Wagner comenzó a trabajar, en 1941, en el Henschel Hs 117 “Schmetterling”, y de nuevo, en plena “oleada” de foo-fighters, este cohete antiaéreo fue desplegado sobre el suelo europeo. En noviembre de 1944 sesenta lugares fueron protegidos con schmetterlings, pero de nuevo la historia no reconoce su utilización; aunque el propio museo de la Royal Air Force considera este hecho incomprensible.
Terminada la guerra se ocultó la utilización de los misiles. Incluso se afirma que los militares alemanes no estaban verdaderamente interesados en ellos. Sólo su avanzada tecnología, que resultó verdaderamente “extraterrestre” para los aliados, parece ser el motivo principal para esta ocultación. Y existen claros ejemplos de ello. El 22 de mayo de 1949 el New York Times daba a conocer que al final de la guerra había sido capturada una guía óptica a los alemanes. Consistía en una combinación de televisión y espejos, que tras ser orientada por el piloto hacia su objetivo lo perseguía sin intervención humana. Esta guía óptica se seguía desarrollando en Wright Field, la famosa base asociada por los ufólogos a la tecnología extraterrestre.
Pero las negaciones sobre los misiles antiaéreos, no sólo esconden una nueva tecnología, también ocultan un tema capital: la existencia de armas atómicas alemanas. Albert Ducrocq fue uno de los más sobresalientes hombres de la ciencia gala, que recibió las máximas condecoraciones científicas francesas. Durante 1943 se encargó de espiar las nuevas armas alemanas por cuenta de los Estados Unidos. En 1947 publicó un libro que pese a su importancia sólo se reeditó una única vez (en 1948), su título es “Armas secretas alemanas” y hoy es un libro “maldito” para los historiadores.
Existen muchos motivos para que el libro de Ducrocq desapareciera pronto de las librerías y su autor no volviera a hablar de él. En esta obra se afirma que los alemanes no solo disponían de bombas atómicas, además ya estaban preparados para lanzarlas sobre Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética, mediante misiles y bombarderos a reacción intercontinentales. Pero los alemanes sabían perfectamente que la respuesta aliada sería un masivo ataque con gases (se calculó que en el contraataque aliado morirían al menos treinta millones de alemanes). Para impedirlo necesitaban retomar el dominio del cielo imposibilitando la acción de los bombarderos. Las armas para alcanzar este objetivo eran principalmente los misiles antiaéreos, por ello la investigación en este campo se revistió de una importancia capital para los militares.
De nuevo las armas atómicas alemanas merecen un trabajo separado. Su existencia siempre ha sido negada por la mayoría de los historiadores. Los documentos sobre los misiles germanos son otro hilo que nos permitiría desenredar la madeja en la que ha sido enredada esta cuestión tan molesta. Oficialmente los alemanes no trabajaron seriamente en las armas atómicas, realizando tan sólo algún pequeño descubrimiento sin importancia. No obstante, en nuestros días las pruebas se revelan en sentido contrario. Pese a la colosal cantidad invertida por Estados Unidos, tanto en dinero como en medios técnicos y humanos, no consiguieron desarrollar armas atómicas, y únicamente tras capturar el material alemán pudieron hacer uso de ellas. Como ocurre con los OVNIS, los foo-fighters sirvieron y sirven para ocultar secretos históricos, técnicos y militares.
Indudablemente los foo-fighters no fueron solamente misiles. Cualquier objeto luminoso observado en el cielo se incluyó dentro de ellos; realmente fueron los OVNIS de la guerra. Han debido transcurrir muchos años para descubrir que también se probaron otras armas secretas aéreas.
Únicamente los alemanes podían aclarar el misterio de los foo-fighters; no obstante, los ufólogos insistieron en sus libros que una vez terminada la guerra, al ser interrogados, los alemanes aseguraron estar tan sorprendidos como los aliados ante estas luces voladoras; además, habían llegado a pensar que se trataban de armas secretas de sus enemigos. El problema para admitir esta leyenda radica en que nadie ha conseguido jamás copia alguna de un interrogatorio en donde se confirme tal afirmación.
Sin embargo, sí existe al menos un informe oficial donde los alemanes explicaron qué eran los foo-fighters. En el apartado cuarto de “Una evaluación de las capacidades alemanas en 1945” podemos leer que los Phoo Bombs, según los informes ocasionales de pilotos, el testimonio de los prisioneros de guerra y los evadidos, eran descritos como un arma lanzada desde los aeródromos, controlada por radio, desde el suelo o desde aviones, y de propulsión a reacción. Su misión era detener los motores mediante interferencias. No resultaron efectivos porque al menos se necesitaban de 100 a 200 Phoo Bombs para atacar a una formación de bombarderos, y no habían podido producir una cantidad suficiente.
El investigador italiano Renato Vesco ya habló hace décadas de esta arma que recibió el nombre de Feuerball. Las “bolas de fuego” además de detener los motores producían un corona de llamas a su alrededor que anulaba el radar enemigo.
Todavía en nuestros días los alemanes siguen explicando aquella arma cuando son preguntados. El 30 de diciembre de 1998, los investigadores españoles José Lesta y Miguel Pedrero entrevistaron a A.
Haberstroh, antiguo cabo de las SS que había sido asignado a Peenemünde: “todo lo que vi eran los cohetes V en diversas versiones cada vez más grandes, y algunas pruebas de esas bolas que llevaban los cazas… Sí, esas bolas las llevaban los aviones de reacción en sus panzas… las lanzaban contra enjambres de aviones enemigos encendiéndose como bolas de fuego en el aire”.
Igualmente los foo-fighters encubrieron otras armas más sorprendentes todavía. En 1945 el Combined Intelligence Objectives Sub-committee capturó los cañones electromagnéticos alemanes, que eran capaces de lanzar a la atmósfera rayos en bola.
Los foo-fighters, como otros muchos temas de la ufología, valieron para esconder tecnologías secretas humanas y no la visita de extraterrestres. Cuando Jo Chamberlin publicó su artículo en 1945 mezcló diversos tipos de objetos voladores bajo el término foo-fighters, los primeros ufólogos cayeron en la trampa de generalizar mezclando sus características, sin realizar una investigación rigurosa, y durante décadas sus herederos han copiado sistemáticamente las afirmaciones de sus antecesores.
Comprender lo que verdaderamente se esconde tras las antiguas historias de los objetos voladores no identificados, nos permitirá vislumbrar muchos sucesos actuales y prepararnos para lo que nos espera en el futuro.
Créditos/lacaraocultadelosovnis.blogspot.com
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