sábado, diciembre 23

La leyenda de Taita Mirame El Diente

La leyenda de Taita Mirame El Diente

Y el viejo Matías, empezó así su relato:

"Ya casi era de nochecita, cuando los arrieros decidieron acampar debajo del cerro Manchán.

Después de descargar las piaras compuestas de mulas y burros, amarraron a las bestias para que no se espantaran. Sacaron las talegas de fiambre y los chifles y se sentaron a merendar, después sacaron las botellas de anisado y se pusieron a beber.
La leyenda de Taita Mirame El Diente - DePeru
La leyenda de Taita Mirame El Diente
De pronto - Ña, Ña, Ña, Ñaaa — Se escuchó el llanto de un niño desde la oscuridad.

Casi todos aguaitaron en medio de la oscuridad de la noche, tratando de ver de donde  provenía el llanto; pero como el llanto se oyó mas cerca y mas desesperado, don Floro, el dueño de la piara, comentó - Yo he visto que nadie vive por aquí, seguro que algún caminante ha acampado cerca de nosotros.

- Y qué modo de gritar del churre compadre, si se escarapela el cuerpo al oírlo - dijo uno - - Parece el llanto del mal de los siete días - agregó otro - Después siguieron conversando, diciéndose que seguramente la criatura estaba sola, pues no se oían voces ni pisadas en la soledad del  campo. Alguno opinó que se le había caído a alguna viajera y no falto quien supusiera, que alguna madre desnaturalizada lo hubiera abandonado. 
Don Floro, hombre cristiano y comedido, propuso que lo mejor era ir a buscar y recoger a la criatura y sin pedir ni esperar que otro lo acompañe, cogió su poncho y tomó el camino de donde venia el llanto.

- Ña, Ña, Ñaaa! - lloraba con mas fuerza la criatura.

- Parecía que "aquisito" nomás estaba, se iba diciendo mientras caminaba, dándose cuenta de que se alejaba ya regular distancia.

Al fin, detrás de unos arbustos, distinguió un bulto blanco donde se encontraba envuelto un bebé recién nacido. Don Floro, cogió a la criatura y con mucho cuidado lo envolvió en su poncho, emprendiendo el camino de regreso.

Al apretarlo contra su pecho en humano afán de protección, reparó en que el niño ardía en  fiebre - Angelito de Dios  - comentó en voz alta, entonces oyó que el recién nacido reía a carcajadas.

Extrañado de que hiciera esto un recién nacido, lo miró por la boca del poncho y vio horrorizado que la cara del muchachito coloreaba como la candela; los ojos le relampagueaban y un aliento repugnante le salía de la boca adornada por un colmillo que le llegaba hasta el pecho, al tiempo que le decía con voz ronca: Taita, mírame el diente! - Ave Maria Purísima exclamó don Floro aventando a la criatura y santiguándose. Al caer la criatura al suelo, se hizo una verdadera candela, de la que salio el mismísimo demonio, con sus cachos, su rabo, sus patas de cabra y despidiendo olor a azufre.

Antes de desmayarse, don Floro oyó que el maligno le decía: 

- Gracias a que llevas puesto el escapulario de Magdalena, no alzo contigo!

Al poco rato, llegaron sus compañeros que salieron a buscarlo muy preocupados y lo hallaron en el suelo echando espuma por la boca, pero bien agarradito de su escapulario.

Otra leyenda de Taita Mirame El Diente

La noche estaba tan clara que mas parecía un atardecer. El canto de las lechuzas hacía un coro macabro con el chirriar de los grillos.

El radiador de mi camión estaba roto, y el plátano verde aplicado no fue suficiente y venía rellenando agua cada cierto tramo. Con mi carga de palta y manzana ambarina intentaba llegar a Huaura, mi destino.

Justo al llegar a un canal de regadío cerca de Vilcahuaura mi camión recalentó y se apagó. Pensando esperar a que enfríe, rellenar agua y proseguir mi viaje, mi pensamiento fue interrumpido por el llanto lastimero de un bebé recién nacido que provenía de una higuera.

Al acercarme a éste ¡Oh, sorpresa! Un rubio y bello bebé de ojos claros cuyos cabellos resplandecían cual hilos de oro a la luz de la luna llena.

Pensé que había sido abandonado por alguna madre desnaturalizada de procedencia andina dada la vestimenta del crío.

Cogiéndolo en mis brazos con amor lo conduje hasta el asiento de mi poderoso Dodge 800. Luego de acomodarlo dejó de llorar. Y fue cuando sucedió algo raro. Las lechuzas dejaron de cantar, los grillos también, sumiéndose la noche en un silencio pasmoso. No soy de creer en cosas raras, no le tomé importancia. Mas cuando me disponía a rellenar con agua el radiador escuché una voz gruesa y cavernosa proveniente de la cabina que me repetía:

¡TAITA MIRA MI DIENTE!

Pensando en el bebé abrí la puerta y lo saqué para protegerlo, mas éste comenzó a pesar como piedras. Entonces comprendí que era él quien me hablaba. Al descubrirlo pude ver en su rostro amorfo y monstruoso un inmenso diente morado que sobresalía de su encía.

Despavorido atiné a arrojarlo, y éste reventó como bomba de azufre. Corrí y corrí sin rumbo sintiendo tras de mi los pasos de una inmensa bestia que retumbaban en la noche. Logre llegar a una choza de chivateros, en donde me acogió una bellísima mujer con rasgos indígenas, pero esa ya es otra historia.
Créditos/dariopimenteldelgado.blogspot.pellosagiraldoaugustoernesto.blogspot.pe

No hay comentarios:

Publicar un comentario