sábado, enero 6

La leyenda de La Troka

La Troka

La Troka, Torka o Turka constituye uno de los procedimientos usados por los yatires, curanderos indígenas, en el tratamiento de ciertas dolencias. Se emplea un animal (…). La enfermedad se concentra en el animal elegido, el cual muere y el paciente sana. En el fondo, es un cambio o conmutación de una existencia por otra (…).

En las últimas horas de la tarde, llega Martín, con su grueso cayado, su poncho raído, y su “jalpaña” cruzada al pecho, a la puerta de la casa de Pablucho.
La leyenda de La Troka - DePeru
La leyenda de La Troka /img/today.com

Ha llegado con paso lento y vacilante. En el óvalo del “llucho” (gorro) ya descolorido y bajo el sombrero de lana de oveja, se dibuja su cara tatuada de arrugas, como las quiebras andinas. Tiene la apariencia de uno de esos monolitos de edades pretéritas.

¿Qué edad tendrá tata Martín? Es difícil saberlo. Parece que los años no han mellado esa recia contextura de roca. Noventa, cien años, tal vez.

En su cabaña vive solo. No solo, diremos. Le acompañan sus ovejas y sus cabras y dos enormes perros lanosos tan viejos como el amo, o como los cactus de las colinas.

- Mamá Pascuala. Busca un conejo negro. Pronto, pronto. Además, coca, incienso, “kowa” vinito, pisquito, cigarros… Todo, pronto.
-Bueno, Tata. ¿Sanará Pablucho?
-Ha traído la enfermedad de los valles calientes. Hay que hacer “Troka”.

Pronto, mamá Pascuala. Ya le he examinado y he visto en las hojas: quedara bien… Sí.

Ya está anocheciendo.

Pocos instantes después, pronunciando palabras misteriosas, con la cabeza descubierta, coloca el conejo negro sobre la piel del enfermo, en la zona abdominal. El conejo está vivo, con las extremidades atadas y envuelto en un lienzo de color blanco.

-Ya está. Ahora, hay que esperar hasta las doce de la noche. Yo llevaré al animal lejos, en dirección del camino del valle y allí lo enterraré.
-Ahora, que nadie entre al cuarto del enfermo. Hay que preparar lo necesario para el viaje. Y, apenas yo salga, quedará encendida la luz de la vela en el cuarto de Pablucho. No hay que separarse del lado de él. Y trancar bien la puerta de la casa.
-Muy bien, Tata.
-Como el caso es grave, demorará algunos días para sanar. No te asustes, Mamá Pascuala… Dios lo va a sanar…

A las doce de la noche, en punto, el “Yatire”, silenciosamente, conduce bajo el poncho, el envoltorio,  con el animal que nos da señales de vida, y con el que, momentos antes, ha friccionado el cuerpo del paciente.

Avanza a pasos acelerados Tata Martín, en medio de las tinieblas de la noche, sin volver la mirada y salmodiando, entre sus apretados labios, oraciones misteriosas, transmitidas desde antepasados.

Han transcurrido ocho días.

-¿Qué les parece, amigos? He sanado de esa terrible enfermedad.
-Les decía Pablucho a los amigos que fueron a verle.
-Tenemos gusto, Pablucho. Tomaremos un traguito, pues…
-Claro, pues, hombre. Salud.
-Salud.

-Pascuala, prepara la merienda. Apúrate, mujer…
Fuente: ​Zora, F. (1969). Tacna historia y folklore (2ª ed). Tacna: Santa María.
Créditos/aquientacna.weebly.com

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