miércoles, diciembre 27

La Leyenda del Dios Blanco

Cuatro versiones Incas de la leyenda del Dios blanco

Nota: En el Intento de preservar la autenticidad de los escritos que sirven como referencia a este artículo, no se han hecho correcciones ni en la ortografía ni en la sintaxis castellana de los mismos. La redacción.
La Leyenda del Dios Blanco - DePeru
La Leyenda del Dios Blanco

Es muy conocido el hecho de que casi todas las tribus Indígenas del Hemisferio Occidental han preservado tradiciones sobre la aparición en la antigüedad de un dios blanco que bajó del cielo para instruir y organizar a su pueblo. Algunas de las versiones más interesantes de esta extendida tradición proceden del Perú, donde se conoce a ese dios legendario bajo los nombres de Kon Tikl Viracocha, Tunupa, Pachacamac, Tarapacao Arnauan, según la reglón del país. Cuatro afamados cronistas que escribieron historias de los incas, Pedro Cieza de León, Pedro Sarmiento de Gamboa, Juan Betanzos y Juan de Santa Cruz Pa-chacuti, registraron interesantes relatos de ese dios blanco y barbado. Dichos escritos nos dan una descripción bastante detallada de su apariencia, personalidad y visitas a los antepasados de los indios andinos.

Cieza de León llegó a Perú en 1548 como soldado de un destacamento enviado para sofocar una rebelión que se había convertido en una guerra civil entre los españoles. Permaneció allí hasta 1550, tiempo durante el cual visitó casi toda aquella tierra recién conquistada, observando y registrando por escrito descripciones del terreno, la flora, las costumbres nativas y los aspectos más importantes de la historia indígena. Desde sus viajes a Colombia, en 1541, había llevado un diario de sus observaciones; pero en Perú, Cleza de León se dejó fascinar por la idea de escribir una historia del país y sus nativos. Después de terminar sus deberes militares, se dedicaba a conversar con los amautas (hombres sabios entre los indios) y los orejones (nobles Incas), así como con españoles versados en esos conocimientos, a fin de aprender todo lo que podía sobre la historia y las tradiciones del Imperio Inca.

“Lo que yo aquí escribo son verdades y cosas de Importancia, provecho­sas. . .” escribió en la dedicatoria de su primer libro, “pues muchas veces cuan­do los otros soldados descansaban, cansaba yo escribiendo.”

La primera obra de este historiador, La crónica del Perú, fue publicada por primera vez en Sevilla, en 1553; la últi­ma, El señorío de los incas, permaneció inédita hasta 1880. En el capítulo cinco de ésta última, Cieza de León relata la siguiente leyenda sobre la aparición de un dios blanco a los antepasados de aquellos indígenas:

“Antes que los Incas reinasen en estos reinos ni en ellos fuesen conocidos, cuentan estos indios otra cosa muy mayor que todas las que ellos dicen, porque afirman que estuvieron mucho tiempo sin ver el sol y que, padeciendo gran trabajo con esta falta, hacían grandes votos y plegarias a los que ellos tenían por dioses, pidiéndoles la lumbre de que carecían; y que estando de esta suerte, salió de la isla de Titicaca, que está dentro de la gran laguna del Collao, el sol muy resplandeciente, con que todos se alegraron. 

Y luego que esto pasó, dicen que de hacia las partes del Mediodía vino y remaneció un hombre blanco de crecido cuerpo, el cual en su aspecto y persona mostraba gran autoridad y veneración, y que este varón, que así vieron, tenia tan gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras hacia cerros grandes, haciendo fuentes en piedras vivas; y como tal poder reconociesen, llamaban le Hacedor de todas las cosas criadas, Principio deltas, Padre del sol, porque, sin esto, dicen que hacia otras cosas mayores, porque dio ser al los hombres y animales, y que, en fin, por su mano les vino notable beneficio. 

Y este tal, cuentan los indios que a mi me lo dijeron, que oyeron a sus pasados, que ellos también oyeron en los cantares que ellos de lo muy antiguo tenían, que fue de largo hacia el NORTE, haciendo y obrando estas maravillas, por el camino de la serranía, y que nunca jamás lo volvieron a ver. 

En muchos lugares diz que dio orden a los hombres cómo viviesen, y que les hablaba amorosamente y con mucha mansedumbre, amonestándolos que fuesen buenos y los unos a los otros no se hiciesen daño ni injuria, antes, amándose, en todos hubiese caridad.

General mente le nombran en la mayor parte Ticivlracocha, aunque en la provincia del Collao le llaman Tuapaca, y en otros lugares della Arnauan. Fueron le en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra a su semejanza, y delante de ellos hacían sacrificios: los bultos grandes que están en el pueblo de Tiahuanacu, se tiene que fue desde aquellos tiempos; y aunque, por fama que tienen de lo pasado, cuentan esto que digo de Ticiviracocha, no saben decir del más, ni que volviese a parte ninguna de este reino.”

Pedro Sarmiento de Gamboa fue un navegante y escritor español, que era capitán en el ejército de su país. Mientras se encontraba estacionado en Cuz­co, Perú, recibió del virrey Francisco de Toledo la orden de recopilar una historia de los incas. Sarmiento de Gamboa convocó a los hombres sabios más viejos que había en esa capital de los incas y habló con ellos, uno a uno, personal mente; luego comparó sus declaraciones, sacó sus propias conclusiones y escribió parte de la historia que se le había solicitado. Su manuscrito llevaba el título Historia de los Incas,’Segunda Parte de La Historia Llamada Indica, y fue el segundo tomo de una gran obra que originalmente se pensó publicar en tres volúmenes. Sin embargo, el manuscrito Inédito permaneció bajo custodia de los reyes españoles durante muchos años, siendo finalmente vendido a la biblioteca de la Universidad de Gotinga, en Alemania, donde fue descubierto y finalmente publicado en Berlín, en 1906. La versión que da Sarmiento de Gam­boa sobre la leyenda del dios blanco aparece a continuación:

“Todos concuerdan en que la creación de estas gentes la hizo el dicho Vira­ cocha, el cual tienen noticia que fue un hombre de mediana estatura, blanco y vestido de una ropa blanca a manera de alba ceñida por el cuerpo, y traía un báculo y un libro en las manos. Y tras esto cuentan un extraño caso, que, como después que! Viracocha crió todas las gentes, viniese caminando, llegó a un asiento donde se habían congregado muchos hombres de los por él criados . . .

“Viracocha prosiguió su camino, haciendo sus obras e instruyendo las gentes criadas… Y queriendo dejarla tierra del Pirú, hizo una habla a los que había criado, avisándoles de cosas que les habían de suceder. Les dijo que vendrían gentes algunas que dijesen que ellos eran el Viracocha, su Criador, y que no los creyesen, y que en los tiempos venideros les enviaría sus mensajeros para que los amparasen y enseñasen. Y esto dicho, se metió con sus dos criados por la mar, e iban caminando sobre las aguas, como por la tierra, sin hundirse.”


Juan de Betanzos era un cronista y conquistador español, de los primeros que invadieron el Perú al mando de Francisco Pizarra. Apenas llegaron a esa tierra, Betanzos comenzó a estudiar el quechua, el Idioma de los Incas, y pudo do minar lo hasta el punto de ser nombrado Intérprete oficial de la corte real. Las primeras de sus obras que se publicaron fueron dos diccionarios Español- Quechua. Betanzos se casó con una princesa Inca y se estableció en Cuzco, reuniendo datos y observaciones que él mismo conseguía, hasta 1551, año en que se publicó su tratado sobre la historia y las tradiciones de los indios andinos titulado Suma y narración de los incas. Al escribir, tenía especial cuidado en “guardar la manera y orden de hablar de los naturales” (dedicatoria del libro). Esta es su descripción del dios Viraco­cha:

“. . . que preguntando á los Indios que figura tenía este Viracocha cuando así le vieron los antiguos, según que de ello ellos tenían noticia y dijeron me que era un hombre alto de cuerpo y que tenía vestidura blanca que le daba hasta los pies, y que esta vestidura traía ceñida, é que traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza á manera de sacerdote y andaba destocado, y que traía en las manos cierta cosa que á ellos les parece el día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en las manos . . . preguntó les como se llamaba aquella persona en cuyo lugar aquella piedra era puesta, y dijeron me que se llama Con Tic Viracocha Pachaya- chachic, que quiere decir en su lengua, Dios Hacedor del mundo.”

Muy poco se sabe del que escribió la leyenda que aparece más abajo. Se trataba de un Indio procedente del sur del Imperio inca, que se enorgullecía de haber sido “cristianizado”. Firmó sus escritos con el nombre don Juan de Santa- cruz Pachacuti Yamqui, y el manuscrito, hecho en una extraña mezcla de español y quechua, permaneció Inédito hasta 1880. No obstante, la versión del dios blanco que da este autor es por demás Interesante:

“Y pasado algunos años después de haberlos echado a los demonios . . . de esta tierra, han llegado entonces a esas provincias y reinos de Tawanatinsuyo un hombre barbudo, mediano de cuerpo y con cabellos largos, y con camisas algo largas, y dicen que era ya hombre pasado más que de moco, traje y las canas, era flaco, el cual andaba con su bordón, y era que enseñaba a los naturales con gran amor, llamándoles a todos hijos y hijas, el cual no fueron oídos ni hechos casos de los naturales, y cuando andaba por todas las provincias ha hecho muchos milagros, y visibles; solamente con tocar a los enfermos los sanaba, el cual no traía interés ninguno ni traía a todos, el cual dicen que todas las lenguas habla- va mejor que los naturales, y le nombra- van TON APA o TARAPACA VIRACO- CHANPA CHAYACHI CACHAN o PACCHACAN Y BICCHHAYCAMAYOC CUANACUYCAMAYOC . . . Reprendiéndoles con amor afable, y por el dicho Apotampo los oyeron con atención, recibiéndole el dicho palo en su mano, de modo que en un palo los recibieron lo que les predicaba, enseñándoles y rajándoles cada capitulo de las razones. 

Este barón llamado Thonapa dicen que anduvo por aquellas provincias de los collasuyos, predicándoles sin descansar. .. El cual dicho Thonapa dicen que los maldijo el dicho pueblo, de que vino a hacer anegados con agua, y el día de hoy se llama Yamqui Cupaco- cha, la laguna, que los indios de este tiempo casi todos lo saben que como antiguamente era pueblo principal y ahora es laguna. Lo uno dicen que en un cerro muy alto llamado Cachaqueara,. estaba o había un y dolo en figura de mujer, a el cual dicen que Tunapa tuvo gran odio con el dicho ídolo, y después le hecho fuego y se abrasó el dicho cerro con el dicho ídolo, reventándoles y derretiendoles como una cera el dicho cerro, y hasta el día de oí hay señales de aquel milagro espantable, jamás oído en el mundo . . . Dicen que dicho Tuna­pa pasó siguiendo al río de Chacamarca, hasta topar en la mar. Entiendo que pasó por el estrecho hacía la otra mar. Esto han averiguado por antiguos Incas antiquísimos.”

Uniendo los elementos de estas cuatro versiones de la tradición inca del dios blanco en una sola descripción, surge un interesante retrato del dios Vi­racocha. Se trataba de un dios creador que vino a la tierra a visitar a los hombres a quienes había creado, a instruirlos y organizarlos. Era de piel blanca, de estatura mediana o grande, y llevaba puesta una túnica blanca, sujeta en la cintura, que le llegaba hasta los pies; ya no era un jovenzuelo; tenía el pelo blanco y era delgado; cuando caminaba, llevaba un báculo y un libro en las manos, y algunas veces se le vio llevar una corona en la cabeza. Aunque demostraba suprema autoridad, hablaba con humildad y amor, llamando a todos sus hijos e hijas.

Muy anterior a la época del imperio inca, la visita de este Viracocha se cons­tituyó en la tradición más importante de los pueblos andinos. Durante muchos días antes de su venida, el sol se oscu­reció y la gente sufrió tremendas priva­ciones por la falta de luz solar. Sólo des­pués de mucho suplicar y orar Intensa mente se les devolvió la luz, des­pués de lo cual apareció el Viracocha.

En todas las partes que visitó, llevó a cabo milagros; hizo que se aplanaran las colinas y se levantaran los valles para formar montañas; hizo brotar agua de las rocas, devolvió la vida a hombres y animales y caminó sobre las aguas; curó a los enfermos con solamente tocarlos, y hablaba todos los Idiomas de la región con igual facilidad. Cuando Vira­cocha maldijo una ciudad, ésta quedó sumergida en un lago y todos sus habitantes se ahogaron; maldijo una montaña, y ésta fue consumida por fuego del cielo. El dio a los hombres los mandamientos de amar a su prójimo y tratarlo con caridad; además, amonestó a la gente por su Iniquidad. Les entregó una copla de su sermón, escrita en un palo, y luego la revisó con ellos haciendo hincapié en los puntos Importantes. Habló a una gran congregación, diciéndoles los acontecimientos que sobre vendrían, y les advirtió que aparecerían hombres que declararían falsamente ser el Vira­cocha; pero también les prometió que en tiempos futuros les enviaría mensajeros y siervos suyos para enseñarles y protegerlos. No poseyendo valores materiales, Viracocha se fue sobre el mar al final de su visita, y el pueblo jamás volvió a saber de él.

No resulta difícil comprender que algunas personas declaren que existe una fuerte relación entre las muchas versiones de la leyenda del dios blanco que tienen los diversos pueblos Indígenas de América y el relato de la visita del Cristo resucitado a los pueblos americanos, registrado en el Libro de Mormón. Muchos de los detalles de estas versiones peruanas de dicha leyenda parecen dar crédito a esas afirmaciones. Más aún, parecería que los Indios que las relataron a los cronistas españoles las conocían muy bien.
Créditos/discursosud.wordpress.com

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